
17 de agosto, 2021
Por: Alirio Pérez Lo Presti
Respeto y admiro a quienes realizan esfuerzos por crear una cultura de paz que erradique la violencia de nuestras sociedades. Creo que pocas causas pueden ser tan loables como esa y al mismo tiempo tan difíciles de concretar. El siglo XXI es un ejemplo de cómo la violencia de cada día vulnera la existencia de un conglomerado en todos sus ámbitos. En primer lugar, es necesario enfatizar que, desde instancias atinentes al aparato de poder, se cultiva sistemáticamente un discurso de exaltación a la intimidación y al fanatismo. En definitiva, cosechamos lo que vamos sembrando y habría que comenzar por hacer un cambio del discurso con el cual intentamos expresar las ideas. Por otra parte, una arenga “introyectada” por un conglomerado, cambia el espíritu de este y como consecuencia su comportamiento, incluso sus hábitos más elementales. El desarrollo del culto a la violencia induce una perversa dinámica circular que conlleva a mayores y variadas formas de transgresión que conducen a la autoagresión social.
Violencia desde la raíz
El tema tiene las más variadas aristas: Desde una visión más amplia, que abarcaría desde lo histórico hasta lo antropológico, debemos entender que esa violencia se encuentra arraigada en nuestra naturaleza, ya sea porque es imprescindible para la supervivencia de la especie y lo aprendemos como tal, o porque forma parte de nuestra estructura genética básica que nos salvaguarda. De ahí que la temeraria exaltación a la misma es una posición que denota irresponsabilidad y crueldad. Sostengo que: “Todo elemento asumido como cultural posee un trasfondo, de carácter biológico, que induce su perpetuación si es necesario o considerado beneficioso para la preservación de la especie”. Por eso la violencia nos seguirá acompañando, al menos mientras conservemos nuestro código genético. Cuando se intenta controlar una determinada tendencia, como sería en este caso la pulsión “tanática”, se realiza un gran esfuerzo desde la culturización por dominar nuestra esencia animal. Bajo este precepto, lo social muchas veces es el instrumento de control para frenar nuestros deseos, pero en muchos casos, lo social también es usado como instrumento para preservar lo más básico de nuestra condición humana. En este sentido, la socialización actúa tanto para revelarse contra nuestra parte animal como para amparar la misma.
Agresividad y naturaleza
Inexorablemente convertimos lo violento en norma y le rendimos culto desde lo social. En este sentido, sobran las referencias. La criminalidad, por ejemplo, es rechazada en muchos ámbitos, pero como lo humano está unido a la dinámica criminal, las sociedades la regulamos a través de instrumentos que intentan que se siga ejecutando la misma conducta, pero sometida a ciertos parámetros. No se puede matar por venganza, pero la pena de muerte está contemplada en muchas sociedades desde lo legislativo. El crimen es deplorable, sin embargo, si se hace en función de resguardar a los indefensos, “el criminal” que ejecuta el acto con este propósito es enaltecido. Lo vemos cuando se rinde honor a un miembro de un cuerpo de seguridad de cualquier nación al enfrentase y aniquilar a quienes desean hacerle daño a los demás. Un caso emblemático de cómo desde la norma preservamos el crimen es el contorno bélico. Pocas personas pueden recibir tantos reconocimientos como el soldado que en combate logra liquidar al mayor número de enemigos. El héroe de guerra es la máxima expresión del culto a lo violento desde la dimensión normativa que conforma el estamento legal. Tanto los textos bíblicos como el papel moneda rinden culto “al criminal de guerra”. Al que aniquila “en nombre del bien”, basado en la idea de justicia, sea terrenal o divina.
El culto a la violencia
La industria publicitaria invierte sumas extraordinarias en apoderarse de nuestra tendencia agresiva y desarrolla enormes inversiones que contemplan tanto los juguetes más rupestres como los violentísimos juegos de video. En realidad, no hace nada diferente que usar nuestra naturaleza violenta como medio de cultivo para sus inversiones. Paradójicamente, muchos notables descubrimientos científicos se deben precisamente a la vinculación de lo humano con lo guerrerista. El revelamiento y proliferación del uso de los antibióticos para salvar a los soldados y civiles de las heridas de guerra, así como los teléfonos celulares que han cambiado la manera de comunicarnos, son consecuencia de la ciencia y la tecnología que se desarrolla en torno a lo belicista. Como si no fuese suficiente lo anteriormente señalado, si en un futuro no tan remoto desapareciera la carrera armamentista, ocurriría una debacle económica, porque la economía del planeta gira en torno a lo bélico, a lo potencialmente generador de muerte y sufrimiento. La tiene difícil quien apuesta por la paz. Sería un gran comienzo comenzar por modificar nuestra propia manera de conducirnos, mientras esperamos que el mundo cambie.
@perezlopresti
El Universal
El Reporte Global, no se hace responsable de las opiniones emitidas en el presente artículo, las mismas son responsabilidad directa, única y exclusiva de su autor.