
21 de diciembre, 2019
Este año ha ganado la polarización política y económica. Comienzo por ilustrar lo segundo: cada vez es más notorio el inmenso contraste entre unas personas muy ricas y otras muy pobres. La ostentación y el derroche de dinero es materia viral noche y día en las redes; además, basta echarse un paseíto por zonas comerciales y lujosas urbanizaciones de Caracas, Valencia, Lechería, Punto Fijo, y hasta Maracaibo, para corroborar una inmensa desigualdad que puede medirse por el contraste luz-oscuridad: inmensas plantas eléctricas que se alimentan de gas y gasolina –que no hay–, lujosos productos carísimos, dolarización galopante. A pocos metros del encandilamiento, cual metrópoli de la China o de la India, hogares oscuros, despensas vacías, neveras dañadas. La deserción escolar debe haber alcanzado su máximo récord este año. La situación hospitalaria se agrava por la falta de insumos y de personal calificado. El éxodo migratorio del sector público ha sido constante durante este año. A la crisis eléctrica se suma la crisis de agua y gas: personas descalzas trasladando leña, porque la infraestructura de transporte también está en el piso, así como el salario.
Podría continuar la letanía del legado del socialismo, pero pasemos a la política:
La polarización política aumenta a expensas del ciudadano de a pie. La dualidad Maduro-Guaidó gana terreno: cada uno puede desarrollar la lista de todo lo ha logrado, pero ambos pierden liderazgo en la población e incrementan el rechazo. La operación “Alacrán Rojo” dejó claro que el recato y las formas políticas están tan ausentes como la luz: compra-venta de diputados para quitarle desesperadamente la mayoría al presidente de la Asamblea Nacional, y, como respuesta, una nueva modalidad de república aérea: los diputados en el exilio se incorporan al parlamento venezolano gracias a la tecnología y al internet satelital, para asegurar la reelección de Guaidó. Sin duda, un nuevo episodio del empate catastrófico, una nueva forma de avanzar sobre la premisa de que lo importante es meterle acelerador al conflicto.
Un mensaje a los hombres y mujeres de buena voluntad:
La política debe recuperar su sentido de misión. Es el bien común real, objetivo, lo único que importa y la brújula que nos debe orientar hacia una dirección u otra. Es el servicio a todos, en especial a los más necesitados, lo que debe impulsar los cambios políticos, en lugar de una serie ininterrumpida de maniobras politiqueras y efectistas. Políticos para la equidad, para la reconciliación y el crecimiento y el bienestar social: he ahí la máxima carencia en la que tenemos que poner nuestro mejor esfuerzo porque no hay tiempo de parir otra generación.
Enero 2020 es un buen momento para retomar conversaciones, para que la negociación política cobre nuevos impulsos. Para eso agilizar la formación personal en modelos transicionales, en liderazgo constructivo, en métodos de negociación. Pero sobre todo en virtudes humanas: humildad, diligencia, honestidad, sensatez; justicia, prudencia, valentía, optimismo ¡Cuánta pérdida de tiempo, y de dinero, en reuniones y conspiraciones estériles!
Propongo la construcción de un nuevo mensaje, que conecte con las prioridades de la gente que despierte fibras de esperanza; que fomente la unión nacional y el patriotismo. Sugiero una nueva agenda centrada en el fortalecimiento de los partidos democráticos, de abajo hacia arriba, que busque fortalecer la vía electoral, indispensable camino de aproximación al terreno democrático: allí donde convivimos con el distinto.
Sólo el pueblo de Venezuela puede desempatar esta catástrofe política, económica y social.
«Sólo el pueblo salva al pueblo» (Arístides Calvani).
¡Feliz Navidad y deseos de prosperidad y paz para el año nuevo!