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Repensando ciudadanos

17 de octubre, 2021

Por: Rodolfo Godoy Peña

Esta semana fui gentilmente invitado a participar en la inauguración de la Cátedra Mariano Picón Salas de la Urbe University en su Campus de Doral (Florida), idea motorizada por la Lic. Paula Tenreiro Picón-Salas, nieta del ilustre venezolano, y con ocasión de lo cual me han surgido algunas reflexiones e ideas que quisiera compartir con ustedes mis amables lectores.

El mundo está imbuido en cambios. Las nuevas formas de relaciones sociales en la era de la información hacen que los cimientos del mundo se vean sometidos a una permanente revisión de las bases fundamentales que lo sostuvieron durante siglos. Esta nueva realidad social, sometida al criterio de la subjetividad que actúa en una “realidad” de posverdad, va produciendo una corrosión en la estructura orgánica de las sociedades que las hace tambalearse en busca de nuevos acomodos que logren articular la vida en común, ya no en la loable aspiración de la felicidad humana, sino en el alcance de la satisfacción de deseos inmediatos.

Al vulnerar la realidad entonces las cosas ya no son lo que son sino que son el producto de cómo las percibo. Esa distopía donde aquello “que es” puede ser modificado, inclusive contra las leyes físicas o biológicas, y única y exclusivamente por obra de mi voluntad, está teniendo un efecto devastador en una sociedad que ahora duda de todo.

En este escenario la realidad deja de existir y con ella desaparece la verdad porque ya no hay constantes comunes a las cuales asirse para construir en común y, lo que es peor, se personaliza y se genera como modo de vida una desconfianza permanente en el “otro”. Una sociedad en estado general de sospecha es una sociedad de miedo, y por eso nos vemos enfrentados a un descreimiento del “otro” producto de esa demolición de la “norma” común que era la que convertía a una runfla en una polis.

Donde se hace más evidente este desencaje social es en el plano político. Vemos cómo se gastan ingentes cantidades de tinta y horas de pensamiento en alertar, como un grave peligro para la democracia, la discusión sobre las ideologías políticas; y es que según esos sesudos análisis la democracia se pone en riesgo cuando se fomenta el debate de ideas, por lo cual hay que “salvar” a la democracia constriñéndola a la participación de grupos limitados, o a un pensamiento único.

Pero no, la democracia no se afecta por el debate entre “izquierda” y “derecha”, ni por la existencia y confrontación entre ideas antagónicas, lo cual es consustancial a sí misma: la democracia está en riesgo por la perversión de los demócratas acuerpados por una sociedad que se banaliza y que teme del prójimo; y es por eso que observamos cada vez con más frecuencia que las campañas políticas han dejado de ser la promesa de un mejor mundo para convertirse en campañas de odio.

En el año 1936, a la salida del régimen gomecista que rigió los destinos del país por más 27 años, Venezuela no estaba preparada para la democracia ni para el combate civil. Desde la formación de la república habíamos estado sometidos a guerras y caudillajes, y habíamos sido gobernados, salvo durante pequeños interregnos, por una casta militar causahabiente de los continuos conflictos; sin embargo, el país contaba a la sazón con compatriotas que desde las letras, la poesía, la sátira o la política -y casi todos permeados por la revolución bolchevique- fomentaban sin ninguna experiencia práctica los pinitos del anhelado sistema de libertades civiles y la superación de la barbarie.

Uno de esos extraordinarios venezolanos fue el Dr. Mariano Picón Salas, formidable ensayista e historiador, quien siguiendo los pasos de don Andrés Bello desarrolló parte de su enjundioso trabajo desde Chile. Conductor de programas de televisión, articulista, ensayista, diplomático, profesor universitario, Premio Nacional de Literatura y miembro de la Academia de la Historia, era un hombre plenamente dedicado al estudio del humanismo y de las ideas, así como al rescate de los valores culturales identitarios del país.

En el entendido que la democracia como sistema político requiere la formación de demócratas y de hombres civilizados formados para el acometimiento civil, a don Mariano le angustiaba hondamente que la Venezuela que propendía hacia la democracia a la muerte de Gómez adolecía de graves insuficiencias para la implementación del sistema, pues sus conciudadanos inexpertos en el ejercicio de las libertades públicas carecían de la formación ciudadana mínima para el ejercicio del sistema que se implantaría en Venezuela; y  es entonces cuando, a la par de su trabajo literario y académico, acometió el Dr. Picón Salas tres obras de la mayor importancia para la formación de los futuros ciudadanos venezolanos.

Lo primero es que a su regreso del exilio chileno fundó el Instituto Pedagógico Nacional destinado a formar el profesorado necesario para la enseñanza secundaria y que sirviera para fomentar el estudio científico de los problemas educacionales y de la orientación vocacional, así como para realizar investigaciones pedagógicas sobre educación, pues Picón Salas reputaba que la cabal formación de los maestros era indispensable para la formación de los ciudadanos. Pero el alcance de su empeño no quedaba allí sino que al decir del propio fundador: “…la idea no era solamente formar profesores de educación media, sino crear un centro para el desarrollo y el cultivo de las humanidades y de la ciencia”

En esa misma línea de preocupación funda en 1946 la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela siendo su primer decano, y con la visión del estudio humanista mediante el pensamiento crítico y la formación de estudios liberales, a contracorriente del positivismo impuesto a principios del siglo. Cerrará ese círculo virtuoso en el año 1963 cuando don Mariano funde el Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (INCIBA) y el cual dirigirá hasta el día de su muerte en 1965.

Es transversal en toda la obra editorial de Mariano Picón Salas la formación del individuo y la necesidad para todas las naciones del continente de lograr un tipo de desarrollo compatible con el respeto a la dignidad de sus habitantes; y hoy, repensando su obra  y su pensamiento, estoy cada vez más convencido de que debemos colocar en clave de presente su honda preocupación pues para que Venezuela pueda rescatar su democracia debe volver a poner empeño en la formación de ciudadanos demócratas, comprometidos con el conjunto de libertades y de deberes que son inherentes a esa condición. Tenemos por delante la grave tarea de seguir repensado ciudadanos para poder construir una democracia funcional,  tanto en Venezuela cómo a lo largo de toda América, sin miedo ni a las ideologías, ni al debate constructivo.

@rodolfogodoyp

 

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