
11 octubre, 2022
Por: Félix Arellano
Una nueva ola de gobiernos de izquierda se está posicionando en América Latina, pero no podemos decir que se repite de forma mecánica la ola roja del pasado reciente; adicionalmente, ni las de ayer ni las actuales son homogéneas. Incluso, si alguno de los gobernantes se repite —como podría ser el caso de Ignacio Lula Da Silva en Brasil— no supone reeditar su experiencia pasada, pues nos enfrentamos con cambios, tanto en el contexto como en el proyecto.
Tales oleadas aprovechan las condiciones estructurales en cada país, agravadas por las perversas consecuencias de la pandemia del covid-19, para desarrollar narrativas que prometen cambios profundos, en realidad irreales; pero que estimulan las expectativas de la población, en particular de los más vulnerables. En realidad, no resuelven los problemas existentes y crean nuevos, pero su objetivo es el poder.
La política, como espacio para el debate de ideas y construcción de proyectos de progreso, bienestar social y equidad, sostenibles y sustentables; se desvanece en un ambiente de enfrentamientos, exclusión y violencia; que desperdicia oportunidades, afectando a la sociedad en su conjunto y con mayor intensidad a los más vulnerables.
Las propuestas de centro que intentan promover equilibrios, facilitar la convivencia y la gobernabilidad, están perdiendo terreno en la mayoría de los países; por el contrario, se está fortaleciendo la polarización radical, lo que pareciera conducirnos a nuevas décadas perdidas en términos de progreso y bienestar
Incluso en los Estados Unidos, para las elecciones de medio término del Congreso previstas para el mes de noviembre, la polarización y el radicalismo están dominando la escena. En el Partido Republicano se consolida el liderazgo hegemónico del expresidente Donald Trump, promotor de una rígida agenda conservadora.
Al observar las oleadas rojas se podría interpretar que como un conjunto presentan un carácter homogéneo; empero, aunque los gobiernos se definan de izquierda, nos encontramos con una situación compleja, heterogénea, entre otros, pues la historia no se repite, los tiempos y las personas cambian y las circunstancias cambian, en algunos casos radicalmente.
Los gobiernos de izquierda pueden coincidir en aspectos como la narrativa social, la lucha contra la pobreza, la discriminación social. En el discurso, se pueden presentar amplias coincidencias; empero, en la práctica difieren los mecanismos de acción. Los más radicales adoptan políticas contrarias a la propiedad privada y al libre mercado, recurriendo incluso a las expropiaciones, que destruyen las pocas oportunidades que existen y espantan a potenciales inversionistas. Los menos radicales, por el contrario, adoptan programas institucionales, mecanismos de subsidios e incentivos sin alterar el mercado ni la propiedad privada
Otro tema en el que se aprecian coincidencias tiene que ver con la narrativa antisistema, en especial el ataque al papel de los Estados Unidos. En términos generales los discursos antisistema resultan repetitivos; empero, en la práctica saltan las diferencias, entre otras, en la intensidad del discurso y de las acciones que desarrollan. De nuevo observamos que los más radicales llegan incluso a la ruptura de relaciones con los Estados Unidos y desarrollan unas estrechas relaciones con países autoritarios y antisistema, como China, Rusia, Irán y Corea del Norte, en clara provocación contra el sistema.
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