
19 de septiembre, 2022
Por: Linda D ´Ambrosio
Hace apenas un par de semanas esta columna comentaba el logro de quien, a más de ser un músico destacado, era una bella persona: Aquiles Báez.
Celebraba yo, en aquel momento, la presentación de su libro en Barcelona, nada menos que en la Sagrada Familia. La obra veía la luz en medio de un proyecto largamente acariciado: una nueva gira europea que habría de conducirlo a diez ciudades diferentes en cinco países: España, Suiza, Francia, Alemania y Portugal.
Había fraguado este viaje durante largos meses de la mano de quien fuera su cómplice y su amiga a lo largo de la vida: la productora Zuly Perdomo, quien no escatimó esfuerzos para que la gira pudiera efectuarse.
Y Aquiles llegó a Europa. Su paso por España no pudo ser más exitoso. En Madrid muchas personas se quedaron sin poder acceder al Café Berlín, desbordado por el público. Allí estuvieron, acompañándole en el escenario, Ignacio Izcaray, María José León, Daniel Uzcátegui, Iliana Gonçalves, Carlos Julio Ramírez, Julio Alcocer y Carlos Tález.
De Madrid pasó a Suiza, y de allí a Alemania en donde, finalmente, falleció hace una semana.
Pienso que se murió feliz. La muerte durante el sueño es bastante misericordiosa, Debe de ser, al menos, breve, sin largas permanencias en hospitales. Pero, además. Aquiles deseaba hacer esta gira. Así lo manifestó cuando tuvo en la mano el pasaporte y vio que, efectivamente, iba a llevarse a cabo.
Se vió rodeado de aplausos, de logros, de amigos, de afectos, durante estos últimos días.
Se dice que la que le hice fue la última entrevista que concedió. Tal vez la última impresa, porque hubo quienes lo recibieron con alegría y lo invitaron a presentarse en radio e Instagram tan pronto como llegó a Europa. Pero, como quiera que sea, Aquiles dejó claras en ella algunas ideas para la posteridad. Hizo recuento de sus próximos proyectos: un nuevo libro de canciones cantadas, y un libro de piezas para guitarra clásica; dos discos, Para ella y Una tristeza, y el lanzamiento de otros cinco discos ya grabados. Dejó claro también que su mayor felicidad devenía de haber sido padre y se declaraba un hombre afortunado por haber podido dedicarse a lo que amaba: hacer música.
Pero quizá no haya mejor balance del legado que representa su música que el que el propio artista hace en la introducción a su libro, recientemente publicado:
“Para mí, el sentido de la vida, está en lo que generamos, lo que amamos y el legado que uno pueda dejar. Nunca he hecho música que no esté cargada de amor. El amor por lo que uno crea, es como tener muchos hijos, que están impregnados de lo que uno es. Tampoco he pretendido ser algo que no soy: pienso que soy un creador con fuertes raíces latinoamericanas, que busca construir música desde la contemporaneidad. Los invito a que hagan un recorrido por lo que soy con mis composiciones. Acá está una parte de mí que espero se convierta en parte de ustedes. Estoy compartiendo una parte fundamental de mi esencia que, espero, aprecien y disfruten”.
Finalmente, el maestro Aquiles Báez nos dejó, marchándose, una última enseñanza: nunca sabemos cuándo vamos a partir. En realidad comenzamos a morirnos tan pronto advenimos a la vida. Una enfermedad, un accidente un riesgo, nos hace conscientes de esa realidad inevitable. Pero ello, lejos de hacernos sufrir, nos debe llevar a no postergar lo que deseamos, a disfrutar inmensamente cada momento, a actuar para alcanzar lo que queremos.
Aunque en realidad se refiere a la segunda venida de Cristo, la cita del Evangelio sigue teniendo vigencia y se aplica de igual forma a la hora de la muerte- Hay que estar preparados: Velad, porque no sabéis el día ni la hora.
linda.dambrosiom@gmail.com
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