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México lindo y querido

20 de febrero, 2022

Por: Rodolfo Godoy Peña

Cuando hay conflictos siempre es necesario negociar para zanjar diferencias. Mientras más agudo es el dilema, más necesario es el conversar para ponerse de acuerdo pues en todo brete o trance las partes tienen en su poder tomar decisiones que lleven a la solución del aprieto.  A mayor conflicto, más negociación. Los abogados usamos una expresión que concentra mucho sentido común: “es mejor un mal arreglo que un buen pleito”, pues puede suceder que incluso en aquellos supuestos en los que el patrocinado pueda disponer de una aparente ventaja a la hora de afrontar el juicio, el sentido común nos imponga finalmente la utilidad de alcanzar un acuerdo.

En todo conflicto tiene que haber un elemento “sine qua non”: pretensiones que no pueden desarrollarse al mismo tiempo, sino que son excluyentes; y es entonces cuando la negociación sirve para acercar posiciones de modo que las exigencias contrapuestas puedan adecuarse y aun cuando cada parte no sea satisfecha en todo lo exigido, cede en su posición para equilibrar la situación.

Luego de las primeras rondas de negociación que se dieron entre el gobierno venezolano y una parte de la oposición “radical” en la ciudad de México bajo el auspicio del reino de Noruega, estas fueron interrumpidas por la extradición del Sr. Saab a los Estados Unidos de América, alegando el gobierno del presidente Nicolás Maduro que esta persona era miembro con rango diplomático de esa delegación negociadora. Sucede ahora que esa parte de la oposición vuelve de nueva cuenta a pedir la reactivación de la mesa de negociación apoyados por voceros de EUA y de la Unión Europea.

Lo primero que hay que determinar – como un hecho – es que el gobierno venezolano se levantó de la mesa “porque podía”, es decir, no tenía ningún costo para Nicolás Maduro el interrumpir la negociación y, además, ya había logrado de esa negociación lo que se había propuesto, sin entregar nada a cambio.

A principio del año 2019 el panorama para el gobierno venezolano era aciago; afrontaba una monumental crisis económica que se originó por el desbarre de la política económica y que estaba siendo agravada hasta la crueldad por las sanciones económicas. Se ejercía por parte de Occidente una estrategia de poder “dual”, desconociendo a los poderes constituidos en Venezuela lo cual conllevaba el riesgo de desencadenar un conflicto civil o una disgregación del territorio, y los países más fuertes de Suramérica (Argentina, Brasil y Colombia) estaban dispuestos a servir de “punta de lanza” del gobierno norteamericano para ejercer acciones armadas contra Venezuela. En fin, el panorama para el chavismo era desolador.

Este escenario tenía como adalides a unos desnaturalizados compatriotas que fungían como oposición y que prestaron su concurso, no solo para alentar la mano extranjera contra nuestro país, sino que además concitaron conflictos en la frontera, contrataron mercenarios, soliviantaron a militares y lo que es peor, y desdice absolutamente de su capacidad política – y cuidado si intelectual -, no tuvieron el decoro de saberse “tontos útiles”.

Pero la situación se fue aclarando. En el ámbito internacional cambió la administración en los Estados Unidos por un gobierno que tiene que afrontar una fractura social originada en un no solucionado desencaje social acuerpado por el corrosivo discurso del presidente saliente, que puso a ese país al borde de un golpe de estado mediante una insurrección.  Esto modificó el panorama, primero porque el aliciente de “centrar” el discurso en una reedición de la guerra fría usando a Venezuela ya no era útil: las elecciones ya se habían dado y la nueva administración demócrata sabe bien que no recuperará el estado de la Florida en donde despunta -probablemente- el próximo candidato republicano.

La nueva administración norteamericana que llegó con un discurso más comedido, afrontó una dura realidad militar cuando tuvo que salir en desbandada de Afganistán lo que hace que el pueblo norteamericano se cuestione acerca de por qué tienen que luchar guerras “ajenas” y sobre todo si las van a perder. Esto debilitó notablemente el ánimo belicista en contra de Venezuela, ahora enfocado en Ucrania.

Sumado a lo anterior, Venezuela pasó a engrosar el “club” de los países sancionados desde hace mucho tiempo, siendo nuestro país el ultimo afiliado y que, frente a un mundo multipolar, han sabido irse deslastrando del pesado fardo de las sanciones y así lograr acomodo en esa nueva realidad. En ese grupo es importante destacar a Rusia quien mantiene relaciones en muchos ámbitos con nuestro país, no sin dejar de mencionar que Venezuela tiene significativos acuerdos económicos y de cooperación con China que en la actualidad disputa la hegemonía mundial.  En resumen, Venezuela está del lado que equilibra la balanza frente al sancionador y esto permite una mejoría económica en el país que el gobierno de Maduro ha tenido el buen tino en aliviarla de discursos ideológicos, para adecuarla a estas nuevas circunstancias.

Colombia y Brasil afrontan por su parte duros problemas de cambio de políticas; la izquierda se barrunta llegando al poder, como ya lo hizo en Argentina, Chile y Perú lo que dio al traste con el Grupo de Lima, principal promotor americano del derrocamiento del gobierno venezolano. En el caso de Colombia que ha sido el más acervo promotor del conflicto, lamentablemente está sumida en una violencia que recuerda los peores días de la guerra que ha desangrado a ese país por más de 60 años. Duque más allá del discurso pedigüeño no está para aventuras y Bolsonaro tiene tiempo al margen, apagando sus propios fuegos.

En la parte interna, la oposición “radical” banderiza – desprestigiada por eventos de corrupción – ahora devenida en negociadora, claudicó en México lo único que tenían como baza. Reconocieron al gobierno de Nicolás Maduro y después, como colofón, participaron en las elecciones regionales lo que supuso la estocada final a la supuesta “usurpación” que les había servido de leitmotiv para radicalizarse.  Por eso el gobierno excluyó de México a la oposición de la “mesita” ya que ellos no generaban conflicto, la intención de Nicolás Maduro desde el primer día fue meter en cintura a los radicales y lo logró, desarticulando así la estrategia del poder dual.

Veo muy complicado que el gobierno vuelva a México; de hecho, solo viendo el grado de desesperación del G4 se demuestra que la necesidad es de ellos quienes están intentando resucitarse como parte del conflicto, pero resulta que para el gobierno el conflicto con ellos ya terminó. El G4 perdió su personería y no tiene nada que negociar y eso el gobierno lo sabe bien. Esa oposición no tiene ni pueblo, ni prestigio, ni tiene la posibilidad de hacer levantar las sanciones, y, mientras tanto, el presidente Maduro acaricia la idea de su reelección en 2024.

Hay que aprovechar esta pausa electoral para desde dentro del país reconstruir opciones ideológicas a través de los partidos políticos e intentar convencer a nuestros paisanos –después de 24 años de discursos de odio-, que hay horizontes para Venezuela y que el porvenir nos espera.

 

@rodolfogodoyp     

 

El Reporte Global, no se hace responsable de las opiniones emitidas en el presente artículo, las mismas son responsabilidad directa, única y exclusiva de su autor.

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