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Mentes claras

15 de julio, 2020

La inesperada y arbitraria detención de Nicmer Evans, director de la agencia de información Punto de Corte, me ha obligado a cambiar de mi columna y, en consecuencia, a entregar tardíamente el contenido de mi artículo de hoy.

La injustificable medida contra Evans es, al propio tiempo, políticamente reveladora de la crisis terminal del gobierno de Nicolás Maduro, quien ha colocado a nuestro maltratado país en la más extrema degradación.

¿Por qué lo hicieron en momentos de tanto declive como los actuales? La respuesta es obvia, el oficialismo le teme a la libertad de expresión más que al fuego. La significación política que vuelve a levantar cabeza, por mandato de la cúpula de Miraflores, ha reavivado las críticas mundiales y el profundo anhelo de cambio en el país.

Se dice -incluso- que la pandemia que envuelve a Venezuela y el mundo beneficia a Maduro, en el doble sentido de desviar la atención sobre los problemas cotidianos que asoman la posibilidad de un estallido social y porque, obviamente, no es el socialismo del siglo XXI el autor del coronavirus. Es una opinión que comparto muy a medias, porque el colapso.de la gasolina, de los servicios de agua, energía eléctrica, de los hospitales y la falta notoria recursos elementales para atender a los afectados y el incesante deterioro de la educación básica y universitaria, son de responsabilidad exclusiva de Maduro y su equipo. Las manifestaciones de tan desolador fracaso se aprecian todos los días y contribuyen a aumentar la irritabilidad de los ciudadanos. Todo pide un cambio urgente, todo exige el retorno de la plenitud democrática conculcada por el poder y el cambio profundo de las medidas económicas y sociales. Es como un secreto y espontáneo acercamiento entre los sectores sociales alrededor de medidas obvias, tangibles, vertidas al mundo por las propias víctimas. Notable es la impresionante y auspiciosa respuesta de la comunidad internacional, muy a pesar de los que trabajan constantemente para descalificar a los líderes mundialmente reconocidos y a la Asamblea Nacional, en tanto que, único de los poderes públicos que goza de legalidad y legitimidad.

En este orden de ideas, lamento de veras, la declaración del expresidente español Rodríguez Zapatero, a tenor de la cual, varios gobiernos estarían arrepentidos de haber reconocido a Juan Guaidó. No dio ejemplos, por supuesto, ni podía darlos. En cambio, el número de países que rechaza a Maduro crece en Europa y América, y uno de los últimos en reconocer la interinidad de Guaidó, Eslovaquia, acaba de proponer a los 27 países de la Unión Europea una declaración conjunta respaldando el interinato del presidente de nuestra legítima AN.

No me alegra ver al expresidente español envuelto en tan claro error y, todavía de alguna manera, en plan de ayudar a quien el universo está rechazando, porque considero que las circunstancias aconsejan seguir sumando gobiernos, personalidades y movimientos, en función del cambio democrático venezolano, y no restando ni dividiendo, porque estoy convencido de que mientras más países se pronuncien a favor de esta causa, menos dolorosa será la transición, menos sangre correrá y más fácil será extender la dimensiones de la unidad dentro del propio chavismo descontento con la deplorable gestión dirigida por Miraflores.

Evans ha reconocido que fue chavista pero que nunca lo hizo para suscribir tanto desastre y perversión. Fue un adelantado, junto con muchos otros, de como los cimientos de la supuesta revolución bolivariana han ido desapareciendo en muda y también ruidosa creciente de la ira colectiva y, al propio tiempo, de la renuencia al odio, la venganza y la aplicación de la Ley del Talión, nada de ojo por ojo y, por el contrario, mano tendida a quienes habiendo sido militantes y líderes del chavismo, hoy estarían dispuestos a reunirse, en el marco de la democracia y la libertad, con quienes sienten repugnancia de que se les considere los nuevos perseguidores que ayer fueron perseguidos.

Comprendo que no es fácil desistir de la propensión a cambiar justicia por venganza. Son muchos los agravios cometidos pero la justicia aplicada conforme a la ley no desaparecerá. Lo que sí tiene que hacerse a un lado es el afán de vengarse sin considerar que los agentes de los cambios históricos fueron antiguos fanáticos, de una idea, que se convirtieron en emblema de la justicia y que por encima de todo está que el renacimiento de Venezuela no se produzca a expensas de media nación.

La dirigencia nacional, unida, debe tener -en semejante transformación- la mente muy clara. Permítanme concluir poniendo al alcance de todos lo que el ilustre filósofo y erudito español José Ortega y Gasset entendía por tener mente clara: “Mente clara -afirma en su obra La rebelión de las masas, 1929- posee el que sea capaz de orientarse con precisión en la confusión de la vida concreta -porque en algunos casos aunque parezca lo contrario la historia nunca se repite- (cursivas mías); el que vislumbre bajo el caos presente en toda situación vital, la anatomía secreta del instante, ésa es de verdad una mente clara. Porque el que se siente fatalmente perdido, se pierde inexorablemente, no se encuentra jamás.

@AmericoMartin

Punto de Corte

El Reporte Global, no se hace responsable de las opiniones emitidas en el presente artículo, las mismas son responsabilidad exclusiva de su autor. 

 

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