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Los intereses de los políticos Vs. los intereses de la gente

29 de agosto, 2021

Por Rafael Simón Jiménez

La política, es desde los primigenios ejercicios en la peculiar democracia griega, vocación de servicios y  preocupación por lo público,  implica la renuncia a la visión individual para proyectarse hacia la colectividad e involucrarse en los asuntos de la sociedad en su relación con el Estado. El papa pio XI al alentar a los católicos a participar en la acción política señalaba que esta era la “forma más excelsa de practicar la caridad después del sacerdocio “.

En Venezuela el ejercicio de la política, al menos en su versión civilizada, sufrió un grave rezago histórico. Todo el siglo XIX venezolano, estuvo presidido primero por una cruel y desgarradora Guerra de Independencia y más tarde por los interminables vivaques y confrontaciones entre los mil y un caudillo que pretendían repartirse el país, enfrascados en guerras fratricidas. La paz el bien más preciado de los venezolanos de entonces, solo pudo ser conquistado al precio del caudillo omnipotente y la tiranía brutal que bajo las dictaduras de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez marcaron los primeros treinta y cinco años del siglo XX.

Apenas en 1.936, tímidamente y en confrontación con las tesis cesaristas, que negaban al pueblo su participación en los asuntos públicos, tras el argumento de su impreparación para ese desenvolvimiento, comenzaron las luchas políticas de la mano de una nueva generación que impregnada de ideas renovadora, comienza a plantear y a luchar por la implantación de un régimen de libertades y un sistema donde el pueblo a través del activismo y el ejercicio del sufragio pueda ser protagonista de su destino.

1.936-1958 serán los tiempos de confrontación entre  las fuerzas de la modernidad y el progreso y los monstruos ante diluvianos que de la mano del militarismo y la reacción buscan prolongar la opresión. La apertura semi democrática del General López Contreras, las libertades públicas auspiciadas por su sucesor el General Medina Angarita, el controversial ensayo democrático auspiciado por AD tras el golpe militar del 18 de octubre de 1.945, y su colorarlo trágico el derrocamiento de Rómulo Gallegos y la tiranía castrense de los próximos 10 años, cerraran una dinámica de luchas que abre paso a la esperanza democrática forjada el 23 de Enero de 1.958 con el movimiento cívico-militar que pone fin a la dictadura.

La libertad y la democracia, aparecen  como una “tierra prometida “para un país que apenas había conocido interregnos de civilidad y participación. Los venezolanos en aquella hora auroral depositan su confianza en los partidos y los líderes políticos, que encabezan las distintas opciones ideológicas: Rafael Caldera, Rómulo Betancourt, Jovito Villalba y Gustavo Machado, aparecen como iconos de la lucha democrática. El consenso y la negociación son el signo de un país que busca impedir cualquier retroceso al autoritarismo. Los dirigentes regionales y locales de AD, COPEI, URD y el PCV , son los prototipos del servidor público: maestros, pulperos, farmaceutas, profesionales, obreros y artesanos, que sacrifican su tiempo y el dinero ganado con su esfuerzo para resolver los problemas de la gente, son interlocutores de sus problemas, gestores de las soluciones, la gente cree en ellos y les da su voto y su confianza porque aparecen como sus genuinos representantes, incapaces de traficar con la fe de la gente, mucho menos de apoderarse de algún bien público en su provecho,  la honestidad y la autenticidad son el signo del político de entonces.

Imposible precisar con rigor cuando la política en Venezuela perdió su esencia de dignidad, servicio y transparencia. Las dinámicas y los procesos políticos y sociales son imposible de marcar con hitos precisos, lo que si es posible es identificar las causas de los fenómenos que marcaron la decadencia de la política y la pérdida de confianza en los políticos y representantes populares.  Sin adentrarnos en cada una podemos apuntar que la “profesionalización “   de la actividad política, al igual que los costos de las campañas electorales, junto a las influencias plutocráticas, comenzaron a correr la esencia de servicio, desprendimiento y solidaridad que está en la base ética y existencial del servidor público.

El tradicional dirigente, con todas las virtudes que lo adornaban, comenzó a ser sustituido, y alejado, por activistas a los cuales el partido les asignaba un sueldo y los profesionalizaba. Las modestas campañas electorales de los primeros tiempos democráticos, fueron sustituidos por grandes movilizaciones donde todo había que pagarlo: transporte, viáticos, asesores extranjeros  etc. El costo de la política atrajo entonces a los grupos económicos de poder comenzando una perniciosa simbiosis política-plutocracia, esa relación indebida marco una dinámica de corrupción, que pequeña al principio luego como una gangrena comenzó a corroer todo el cuerpo político-institucional, alejando a políticos y partidos de su esencia y motivaciones idearías y desvirtuándolos hacia el logro de ventajas y privilegios personales.

La política entonces comenzó un camino torcido, y los políticos como sus ejercitantes comenzaron a alejarse de la gente, estableciendo sus propios intereses, su propia agenda, sus propias motivaciones, dejando de preocuparse por los problemas y necesidades de los ciudadanos. Allí se produjo una ruptura de la confianza, que nunca más ha podido recuperarse. La gente frente a la conducta hedonista y “pesetera “de sus otrora dirigentes opto por repudiarlos, y estos disfrutando de sus privilegios y encerrados en sus ventajas, ni siquiera cobraron conciencia de esa realidad, por lo que el “fenómeno Chávez “incubado sin  duda alguna en ese malestar profundo, termino por arrollarlos, en lo que ha debido ser una lección que despertara el propósito de enmienda y rectificación.

Sin embargo más de dos décadas después de la llegada de Chávez al Poder y a pesar de todas las trágicas vicisitudes que le ha tocado vivir a los venezolanos, no pareciera existir en la “clase política “un estado de conciencia, sobre la necesidad de reconectarse con la gente, sobre todo de atender y dar prioridad al drama social que hoy martiriza la existencia de la mayoría del país. Los políticos del gobierno consumen su tiempo en negocios, “guisos ““mordidas” y en preservar sus espacios de poder, y más grave aún los  llamados líderes de la oposición que deberían dar prioridad a la situación de la gente y en delinear una propuesta alternativa de transición, consumen su tiempo en pleitos intestinos, rivalidades absurdas, disputas intrascendentes, ideas nebulosas como las del “gobierno interino “ y otras menos etéreas y más tentadoras como las recurrentes denuncias sobre malversación, negociados y corrupción en bienes del estado Venezolano puestos bajo su administración, en un torneo de acusaciones donde la conclusión básica puede ser : ¿ Y entonces que es lo que nos diferencia del gobierno Chavista?.

No existe en Venezuela, ninguna posibilidad de cambio democrático y de mejoría, mientras los “políticos “ no vuelvan a colocar a los ciudadanos, y sobre todo a los que más sufren y padecen en el centro de su acción y sus preocupaciones. Mientras la agenda de los políticos sea: como repartirse cargos, como dilucidar disputas, y como acomodarse ellos, no habrá ninguna posibilidad de que la gente vuelva a creer en ellos y mucho menos a depositarle su confianza.

El problema esencial de la Venezuela de hoy pudiera resumirse en que mientras los venezolanos comunes y corrientes luchan en medio de una tragedia de adversidades por su sobrevivencia, los políticos se entretienen en sus propios acomodos buscando como mantener, conquistar o preservar posiciones y privilegios. Un drama de cuya solución depende el destino de Venezuela.

 

Entrevista a Rafael Simón Jiménez, realizada el martes 31 de agosto, 2021: 

 

El Reporte Global, no se hace responsable de las opiniones emitidas en el presente artículo, las mismas son responsabilidad directa, única y exclusiva de su autor.

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