
28 de octubre, 2021
Por: Julio César Pineda
Decía Omar Khayyam, el poeta persa, que la historia del mundo es una representación que Dios planea, pone en marcha y contempla para distraer su eternidad. Una eternidad que sólo le pertenece a él, pues si bien los hombres representarán un papel y cumplirán una función específica en su tiempo y espacio, siempre lo harán en la brevedad de su existencia.
Hay seres humanos que con una ambición ilimitada y una fe en sí mismos inexplicable, se sienten predestinados para ser líderes de grandes colectividades, capaces de hacer realidad cualquier imaginario posible. Estos son los líderes mesiánicos, quienes cegados por su deseo de eternidad, no se dan cuenta que breves instantes son suficientes para enfrentarlos a su fragilidad y la clausura de sus sueños. Tanto a Mussolini, Hitler y Stalin y otros líderes tropicales que creyeron que la historia empezaba y terminaba con ellos hoy son símbolos de desastre y sepultureros de derechos humanos.
El impacto de lo altamente improbable constituye el núcleo de la reflexión del autor libanés-estadounidense Nassim Taleb en su libro El Cisne Negro, donde señala una nueva dimensión del pensamiento y de la percepción de la realidad, fundamentada en el azar con consecuencias importantes e impensables para la persona y la sociedad; los Cisnes Negros no solo se presentan generando situaciones negativas, también pueden aparecer como preludio de acontecimientos extraordinarios.
Para los dirigentes enloquecidos por el poder, siempre la Hybris y la Némesis han sido su don y castigo, principalmente en aquellos en situación de enfermedad que terminan olvidando la debilidad de su cuerpo, pasando por alto el hecho de que todos los mortales estamos en la dirección de lo que decía Borges: “toda vida es una muerte anunciada y toda muerte es una vida vivida”, con la advertencia sartriana de que ni el comienzo ni el final de la existencia depende de nosotros, sino de lo otro y de los otros. Teniendo esto en cuenta, no podemos olvidar que en todas las democracias debe ser una exigencia moral y jurídica la transparencia de las condiciones físicas e intelectuales de quienes dirigen los Estados o aspiran el poder, debido a la magnitud e importancia que tiene su ejercicio ante la toma de decisiones que comprometen no solo a su gestión y a su tiempo, sino también el futuro de millones de personas. De tal manera, la salud física y mental de los que nos gobiernan ha sido motivo de múltiples estudios no solo para políticos o filósofos, sino especialmente para médicos y psicólogos. Dos libros clásicos en este tema son: el del médico y diplomático David Owen “En el Poder y en la Enfermedad”, el del psicólogo Pascal Sutter “Ces Fous Qui Nous Gouvernent” (Estos Locos que Nos Gobiernan), y el de otros grandes especialistas en el tema.
Los líderes mesiánicos vinculan el ejercicio del poder con la omnipotencia que impregna al individuo y el concepto eterno de su misión, sobrepasando cualquier fragilidad y llegando incluso a desafiar el destino.
Los griegos denominaban el término “hybris” (arrogancia) como síndrome del uso del poder, cuando los líderes en funciones de dirección de los Estados, dejan de lado la preocupación por su salud, creyéndose invencibles, intangibles y absolutamente necesarios. La excesiva autoconfianza les lleva a rechazar toda advertencia en un permanente abuso de sus condiciones físicas.
Hybris, para David Owen, más allá́ de la concepción clásica griega, es “borrachera de poder en los tiempos modernos”, referido a los caudillos mesiánicos con el agravante de que muchos nos han gobernado tomando decisiones fundamentales para sus pueblos, sin estar en las mejores condiciones y sin darse cuenta de la magnitud de la situación, simplemente porque se sienten obligados por una misión histórica autoimpuesta, con una ilusión de trascendencia.
Para los griegos la hybris es la situación de arrogancia que precede a la caída (Némesis). Fue el caso de Ícaro cuando a pesar de las advertencias voló́ muy cerca del sol, o el comportamiento de los pretendientes de Penélope en La Odisea.
En estos héroes de pies de barro su debilidad está en la sobrestimación desmedida con capacidad de desafiar todas las situaciones, con la convicción de salir triunfante. En la mitología, el héroe enfrenta a sus propios dioses con la implícita destrucción que esto acarrearía (Némesis), pero también es la arrogancia y la intolerancia frente a otros mortales.
En el síndrome de hybris, los líderes sobrestiman su competencia e identifican a lo otro y a los otros con su propio pensamiento, se creen intérpretes fidedignos de la sociedad y de los individuos sin medir las consecuencias de sus actos y decisiones. El líder está acompañado de un extremo narcisismo e hiperactividad con el imperativo maniqueo de dividir al mundo y a los hombres en las categorías de bueno o malo, justificando a los amigos y simpatizantes, y condenando todo lo del adversario. Precisamente es David Owen quien ha descrito este síndrome en la dimensión psicológica del poder, vinculándolo a los políticos y a los líderes absolutos. En “Fragmentos” Eurípides sentenció: “aquel a quien los Dioses quieren destruir, primariamente lo enloquecen”.
Jcpineda01@gmail.com
El Universal
El Reporte Global, no se hace responsable de las opiniones emitidas en el presente artículo, las mismas son responsabilidad directa, única y exclusiva de su autor.