
10 de octubre, 2021
Por: Rafael Simón Jiménez
Vista desde fuera la trágica situación de Venezuela, debe resultar inexplicable y desconcertante, aun para el más avezado observador o analista político. Como entender que en un país que vive la más desgarradora crisis humanitaria, con más del 90 por ciento de su población subsistiendo en la pobreza, con una diáspora que alcanza millones de emigrantes, y con un profundo deseo de cambio que abarca a la inmensa mayoría de sus ciudadanos, no solo no pueda materializarse una transición, o un cambio político, sino más inverosímil aun, el gobierno reducido al mínimo en su base de apoyo social, político y electoral, se da el lujo de ganar ampliamente las elecciones Presidenciales, Parlamentarias y si algo no sucede también las Regionales y municipales.
La explicación sin embargo es obvia y deriva de la simple lectura de los resultados comiciales, en las últimas citas electorales. Veamos, El gobierno con un respaldo que no excede en ningún caso del 20 por ciento, del censo de votantes, logra sin embargo transformarlo en una alquimia perversa en la conquista de más del 80 por ciento, de las posiciones en disputa. Ahora bien como lo hace? Aprovechándose de la estulticia y la capacidad infinita de equivocación de la dirigencia opositora, que en un ejercicio político digno de mejor causa, llama a la abstención, alegando distintas razones que terminan disuadiendo a más del 60 por ciento de los electores de la inutilidad de su sufragio, supuestamente esquilmado de antemano, y la fracción de la disidencia que persevera en la defensa de la vía electoral, lo hace dividida, fraccionada, atomizada, dándole al régimen, la posibilidad de obtener una más que inmerecida victoria.
Una primera conclusión, lapidaria, pero en nada exagerada , permite afirmar, no sin dolor, que el gobierno se sostiene gracias a los adversarios que tiene, que a lo largo de más de 20 años, han encadenado error tras error, y malbaratado las pocas victorias, todas obtenidas por la tan denostada vía electoral, hasta generar una insólita situación donde un régimen escuálido de respaldo popular, puede no solo ganar elecciones, sino gobernar cómodamente, sobre las ruinas del país, que ellos mismos han propiciado.
Todo este introito, lleno de una verdad y una lógica, que da en la cara, cobra pertinencia, cuando frente a las elecciones regionales y municipales del venidero 21 de Noviembre, de nuevo el malhadado régimen Madurista, cada vez más repudiado y huérfano de respaldo, puede sin embargo, y de nuevo sobre la mediocridad, mezquindad y estolidez del más prominente liderazgo opositor, ganar la casi totalidad de las gobernaciones y alcaldías, por la inhibición, división y atomización de quienes en un simple ejercicio de sentido común deberían priorizar la derrota de su único adversario que es el actual gobierno, de cuya rapacidad e incompetencia deriva la tragedia humanitaria que martiriza a casi 30 millones de Venezolanos.
Las elecciones Regionales y Municipales, a cumplirse el venidero Noviembre, tienen para los venezolanos varias significaciones: en primer lugar constituyen una extraordinaria oportunidad para utilizar el voto como arma de protesta contra toda la calamidad en que vivimos los venezolanos y que tiene un solo responsable: el gobierno de Nicolás Maduro, en segundo término se presenta la posibilidad cierta de rescatar y reivindicar el papel de Gobernaciones y Alcaldías, hoy virtualmente destruidas por un régimen centralista y destructor, y por alcaldes y gobernadores sin méritos, credenciales, ni probidad, que solo obedecen a las directrices del partido oficialista, y en tercer lugar ,e igualmente importante, crear una base de poder alternativo, en manos de la oposición que permita viabilizar el venidero año la realización de un referéndum revocatorio presidencial, figura inobjetablemente constitucional que nos permitiría impulsar una transición pacífica y democrática.
Pese a todas las razones que abonan la necesidad de unidad, en torno a postulados únicos opositores, en cada una de las posiciones en disputa el próximo 21 de Noviembre, el liderazgo tradicional de la oposición agrupado fundamentalmente en el denominado G4 y la llamada Alianza Democrática, no parecen ser sensibles, ni al drama y al dolor de los venezolanos, que reclaman que su tragedia sea motivo principal de preocupación de los dirigentes, ni a la posibilidad cierta infringir una contundente derrota al gobierno responsable de la destrucción de Venezuela, y por el contrario, y para goce y regocijo del régimen, reproducen viejas prácticas execrables en sus conductas políticas, al no solo no unirse y multiplicar candidaturas opositoras, sino hacerlo mediante métodos perversos como el reparto político de candidaturas, la escogencia de nominados sin vínculos, prestigios o asideros en sus lugares de nominación, y finalmente centrar sus ataques y descalificaciones, no en los postulados del gobierno, sino entre quienes en el espacio opositor – diverso por naturaleza- pugnan por el mismo cargo electivo.
Si frente a la dinámica diabólica, impuesta por el liderazgo opositor, para ganancia y regocijo del gobierno, no existe una fuerza de unidad superior, que solo pueden imponer los ciudadanos con su conciencia y su voto, es obvio que de nuevo el gobierno con su escuálido 20 por ciento o menos, de apoyo, terminara arrasando en las Alcaldías y Gobernaciones y proclamando a los cuatro vientos, su hegemonía y Gobernabilidad.
Es a la gente, a los electores, a los ciudadanos, a quienes toca suplir la irresponsabilidad y mediocridad de un liderazgo que luego de más de dos décadas de equivocaciones, pretende seguir usurpando el protagonismo de un espacio político que como lo revelan todas las encuestas tiene un potencial de más del 80 por ciento, en la Venezuela sufrida y descontenta, que clama a gritos por un cambio político. Es al venezolano de a pie, a quien corresponderá la tarea de evaluar en cada uno de sus espacios, cuál de los candidatos reúne las condiciones de idoneidad, trayectoria, reconocimiento y probidad, y concentrar su voto en ese postulado, haciendo un ejercicio pertinente y libérrimo de unidad ciudadana, muy distinta a las manipulaciones e intereses malévolo de los lideres tradicionales.
La unidad efectiva, que permita interpretar el descontento y a la vez las preferencias de la gente por candidatos a Alcaldes y Gobernadores, facilitando así las victorias en todo el país, no deberá mirar en postulaciones o respaldos partidistas. Un candidato que goza del reconocimiento y el afecto de sus electores, debe ser apoyado masivamente, al margen de si es del G4, de la Alianza Democrática, de Unión y Progreso o independiente, es la trayectoria y la ascendencia bien ganada en su lucha junto a la gente lo que lo prestigia y no una militancia en partidos que por lo demás están reducidos a la más absoluta precariedad.
Aun podemos impedir, que la incompetencia, e incluso la omisión o complicidad de un liderazgo crónicamente equivocado, le sirva una nueva e inmerecida victoria al gobierno de Nicolás Maduro. La Nueva Unidad, traducida en el voto efectivo e inteligente de los ciudadanos, permitirá obtener una victoria contundente, que preservara y rescatara alcaldías y gobernaciones para la causa de la libertad , abriendo los caminos a un cambio y una transición democrática. Pudiéramos parafraseando a Jorge Eliecer Gaitán, afirmar que el pueblo demostrara que es superior a sus dirigentes.
@RafaelSimonJim1
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