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La Incomparable Celia y su Aaaazúca

Universo musical (Crónicas para el recuerdo) Héctor J. García

 

Así reza el título de uno de los memorables discos grabados por Celia Cruz con la Sonora Matancera por el año de 1958 donde, precisamente, destacan dos exitazos en la voz de ella: Bajo la luna y Dile que por mí no tema. No significa  que los restantes temas, por ejemplo, Madre rumba y La cumbanchera de Belén, no sean menos exitosos. Todo lo contrario. El público melómano se lo disfruta desde el primer hasta el último surco.

No es sencillo escribir acerca de una figura de la talla de Celia. Uno no encuentra por dónde comenzar, porque son tantas las anécdotas que  tiene el personaje que uno quisiera no dejar escapar ningún detalle.

Con esta pequeña introducción nos vamos al encuentro de una de las voces femeninas más aclamadas y recordadas de la guaracha, del bolero, del son, de la salsa, de la rumba, o como usted prefiera decirlo, Celia Cruz. Es que la  “Guarachera de Oriente” o la “Guarachera de Cuba” lo que le sobraba era sabor del bueno a la hora de cantar, de presentarse en un estudio de televisión o en una tarima y enfrentarse a un público ansioso por verla y escucharla.

Comencemos por señalar que había nacido Celia en el barrio Santos Suárez, en La Habana (Cuba), el 21 de octubre de 1925, según algunos biógrafos. Y su nombre de pila era Úrsula Hilaria Celia de la Caridad De La Santísima Trinidad Cruz Alfonso. Bien largo, por cierto.

Ya señorita, es  en esa ciudad donde da sus primeros pasos en el mundo de la música como integrante de un cuerpo de bailarinas conocidas como Las Mulatas de Fuego, quienes realizan una gira por México y Venezuela.

La mulata Celia en Venezuela

Corría el año 1948 y el gobierno presidido por Rómulo Gallegos era derrocado. Luego de su actuación en México el cuarteto de mulatas arriba a nuestro país y se encuentran con tremendo problema político. Con las garantías suspendidas los espectáculos cesaron y Celia decidió quedarse en Venezuela por un tiempo. Aprovechó su estadía para actuar en algunos programas de la emisora Ondas Populares y con la orquesta de Radio Caracas Radio que dirigía el recordado director musical Luis Alfonzo Larrain. Con él grabó varios temas -los primeros que hiciera en su vida antes de entrar a la Matancera- dos de ellos compuesto por el pianista Bebo Valdés, Comparsa barracón y Rareza del siglo.

Asimismo a finales de ese año también grabó con la orquesta de Leonard Melody, del músico y trompetista venezolano Leonardo Pedroza, cuatro melodías, entre ellas, La Mazucamba. Igualmente para 1949 dejó para el acetato con la Sonora Caracas varias  grabaciones, entre ellas, Que jelengue y Pa’ gozá. Posteriormente ya de regreso a Cuba y en pleno año de 1950 es cuando entra a la legendaria agrupación la Sonora Matancera.

Quítate tú pa’ ponerme yo

Como suele suceder en el ambiente de los cantantes y las orquestas, un vocalista sustituye a otro bien por enfermedad o porque el titular deja la agrupación en busca de mejores condiciones. La Matancera de Rogelio Martínez –su director- tenía como cantante a Myrtha Silva, puertorriqueña ella,  quien se marcha a su borinquen querido y es cuando Celia la reemplaza para llenar ese vacío. Fue un 3 de agosto de 1950 su debut y permaneció con ellos por espacio de 15 años. Allí, precisamente, conoció  a Pedro Knight, el segundo trompetista de la banda y quien sería su marido hasta que la muerte los separó. Con Mata siguaraya y Cao cao maní picaó, de 78 rpm, la oriunda de Santos Suárez entra como diosa de la música latina en la Sonora para no bajar nunca del pedestal de la fama. Ni su muerte opacó su figura y su arte. Lo que deviene de ahí quedará para la historia.

Parte de sus éxitos inolvidables: Burundanga, Caramelos, El yerbero moderno, Tu voz, Ritmo tambó y flores, Pa’ la paloma, Dile que por mí no tema, La sopa en botella, Bajo la luna, etc.

 

Graba, viaja y trabaja con los mejores músicos

A partir de 1970 y hasta los 90 graba y trabaja con músicos de la talla de Memo Salamanca (México), Tito Puente, René Hernández, Vicentico Valdés, Larry Harlow, Johnny Pacheco, Willy Colón, y se unió a las Estrellas de Fania. Su talento cruza las fronteras desde América hasta Europa llegando hasta el Japón, que ya es decir bastante.  De grata recordación el álbum “Tremendo caché” con J. Pacheco donde obtuvo un disco de oro.

Su primer Premio Grammy

En 1989 ganó su primer Premio Grammy por el disco que grabó con Ray Barreto y también fue invitada para celebrar los 65 años de la Sonora Matancera en el Central Park de Nueva York, compartiendo escenario con sus antiguos compañeros Daniel Santos, Carlos Argentino, Vicentico Valdés y Bobby Capó. En 1992 participó en la película “Los Reyes del Mambo” con el actor español Antonio Banderas.  A lo largo de su carrera recibió innumerables homenajes y en nuestro país fue honrada con la orden “Alfredo Sadel”. En 1987 fue reconocida con una estrella en el Boulevard Amador Bendayán. En el 2001 nuevamente ganó el Grammy por su disco Siempre viviré.

 

Fallece en el 2003 en Nueva Jersey

Un año antes de su muerte tuvo una presentación en México y sufre serios quebrantos de salud. Tenía un tumor cerebral muy agresivo que le fue extirpado en una intervención quirúrgica. No obstante, ese año graba  su último long play Regalo del alma. El 16 de julio de 2003 Celia Cruz falleció en su casa de Fort Lee, Nueva Jersey. Tenía 77 años y nunca pudo regresar a su amada Cuba, pues el régimen comunista de Fidel Castro y su pandilla le tenía prohibida la entrada. Sus restos fueron trasladados a Miami para recibir durante dos días el homenaje de sus admiradores del exilio cubano. Posteriormente fue llevada al cementerio Woodlawn del Bronx, Nueva York, ciudad donde se instaló en 1961.

“Fidel y su gobierno nunca me perdonaron. Me castigaron por salir de Cuba no dejándome regresar para enterrar a mi mamá. El día que la sepultaron en el cementerio de Colón sentí una rabia y una desesperación tan profundas que apenas podía con ella. Ese día pensé que se me iban a secar los ojos de tanto llorar. Fue que entonces decidí no pisar nunca más suelo cubano hasta que no desapareciera ese sistema. Y por las dudas de que si desaparezca antes de que me muera ya me compré un terreno en un cementerio de la ciudad de Nueva York. Mientras Castro esté en el poder me rehúso a que me entierren en Cuba, aunque eso signifique que no reposaré al lado de mi Ollita en el cementerio de Colón”, se lee en el libro “Celia, Mi Vida” de la editorial Liberdúplex de Barcelona.

 

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