Actualidad

Imperativo moral

23 de julio, 2022

Por: Román Ibarra

Tanto la sensibilidad y la empatía, así como el sentido común, obligan a poner la atención en los problemas de la gente real, máxime cuando se advierte abandono recurrente por parte del gobierno, y el olvido indiferente de quienes deberían ser la alternativa a los desafueros; omisiones, y abusos del poder oficial.

La democracia representativa que se construyó en Venezuela con grandes luchas y esfuerzos a lo largo de cuarenta años de civilidad, logró grandes réditos en términos de la paz social; crecimiento económico; masificación de la educación en todos los niveles; sistema de salud; vialidad; seguridad de personas y bienes, e inclusión de todos los sectores en la vida política, social y económica de la nación.

Obviamente no fue perfecta, como no hay perfección posible en ningún sistema político, pero bastante inclusiva, a pesar de quienes –por distintas razones- fueron semi leales, e incluso desleales al sistema, en los términos del sociólogo Juan Linz, (La quiebra de las Democracias).

También hubo grandes fallas, e incumplimientos, así como lamentables distorsiones que de la noche a la mañana convertían a políticos en ¨empresarios¨, y viceversa, dirigentes obreros en potentados con mansiones y negocios millonarios inexplicables, producto de la corrupción y el silencio cómplice de partidos e instituciones, que poco a poco fueron minando la confianza ciudadana  en la dirigencia política, que descubierta en sus desafueros, fue incapaz de defender la institucionalidad democrática para dar paso a lo peor que nos ha ocurrido como nación: el llamado socialismo del siglo XXI.

Hoy, nos toca enfrentar a un gobierno todopoderoso, dueño de todo el entramado institucional, gracias a la equivocación reiterada del llamado a la abstención y la construcción de clichés y mantras, todos inútiles; inservibles para la acción política correcta y eficaz.

No obstante, es tanto el daño causado en estos 23 años ininterrumpidos de gobierno de socialismo del siglo XXI, que cualquier error; desafuero, o desproporción cometidos en la democracia civil, resulta un juego de niños, frente a esta destrucción inconmensurable.

Todo lo bueno que se construyó en la democracia representativa y alternativa, hoy ha sido arrasado por la incompetencia, la corrupción y el odio. Ya no existe la poderosa industria petrolera, altamente profesionalizada y tecnificada; tampoco las empresas básicas de Guayana; jamás se terminaron las represas hidroeléctricas; ni el plan ferroviario nacional.

No se hicieron los centrales azucareros, ni se concluyó la obra del Metro de Maracaibo; Valencia; Guarenas-Guatire. El otrora Metro modelo de Caracas, hoy es una verguenza. Se hicieron –eso sí- a imagen y semejanza de sus ¨maestros¨ cubanos, muchas vallas publicitarias de las obras que nunca se construyeron, pero que todas se cobraron por adelantado. Hoy el país todo es una ruina, no solo política, sino económica, social y moral.

Hoy enfrentamos el gran desafío de cambiar esa ruina en un renacimiento cualitativo, para torcer el rumbo lamentable que estamos transitando, y que no merecemos como ciudadanos de un país que quiere ser libre; democrático; socialmente responsable, y solidario con su entorno.

Sin embargo, ese desafío encuentra una realidad  lamentable porque quienes asumieron la conducción de la política desde el comienzo del gobierno de Chávez, han fracasado rotundamente, hasta el punto de la desfiguración y casi desaparición de la oposición, producto de sus propias torpezas.

Aun así, hoy se empeñan en continuar cometiendo disparates, como ese de las primarias sectarias y excluyentes, dentro de las cuales hay un sinfín de candidatos, todos repudiados por la sociedad, según reflejan las encuestas.

Por eso necesitamos derrotar a Maduro, pero no con una oposición dividida. Es un imperativo moral y político, desarrollar un acuerdo de gobernabilidad, para luego buscar un líder de consenso que reconduzca la nación hacia su recuperación económica, social, y política en un ambiente de paz y  no de odios y venganzas. Nos lo merecemos.

 

El Reporte Global, no se hace responsable de las opiniones emitidas en el presente artículo, las mismas son responsabilidad directa, única y exclusiva de su autor.

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