
21 de marzo, 2020
Políticas de aislamiento, cuarentena y distanciamiento social nos toman en tiempos de hiperconexión que proporcionan internet y las redes sociales. He ahí la novedad de esta pandemia. La situación me recuerda el primer conflicto televisado por cadenas de información, la guerra del Golfo. Millones de personas aguardaban el bombardeo de Bagdad desde las pantallas de sus casas, así como hoy esperamos el parte médico, el número de infectados, el colapso sanitario en el mundo entero y hasta videos de unidades de terapia intensiva colapsadas.
Gobiernos reaccionan muy parecido a su naturaleza. Los autoritarios con autoritarismo. Inglaterra y Alemania sorprenden con mandatarios que dejan el asunto en manos de los ciudadanos, haciéndolos conscientes de que se trata de la peor crisis del mundo después de la Segunda Guerra Mundial, pero sin darles indicaciones sobre qué hacer y mucho menos militarizar la vida de los civiles.
Organismos internacionales como la OMS defienden a ultranza el aislamiento colectivo como política preventiva para evitar contagios masivos de la población. Medida saludable aunque sabemos que políticas preventivas de emergencia no existen; se trata de una lógica que funciona sólo por analogía. Las políticas de prevención social llevan años, décadas, de implementación. Exigen evolución educativa, campañas, poderosos incentivos para surtir ciertos efectos más o menos masivos en la población. No es éste el caso, así que no queda más remedio que aceptar el curso natural de una pandemia, aprender a manejar la hiperconexión y tratar de llevar la situación de la mejor manera posible.
Venezuela al borde del colapso
Desde casi tiempos inmemoriales estamos escuchando a importantes analistas decir que el país no aguanta más, que estamos al borde de un estallido social, que el tiempo ya no se cuenta en horas sino en muertes. Lo cierto es que parece imposible predecir los efectos sociales de la pandemia del Coronavirus en Venezuela. Aunque el Ejecutivo nacional está tomando a rajatablas todas las medidas aconsejadas por los máximos expertos, nacionales e internacionales, lo cierto es que un sistema de salud en el subsuelo tarde o temprano pasará factura, como lo está haciendo ya de manera estruendosa cada día: antes y durante del coronavirus.
La complejidad es el rasgo característico de las políticas sociales, y la epidemia no viene sola sino con un montón de coadyuvantes de un desastre monumental. Son tiempos de unidad nacional, de líderes sociales que estén a la altura de nuestra tragedia colectiva, en medio de la travesía por la peor crisis mundial y nosotros con uno de los peores gobiernos del mundo. La prevención no es precisamente nuestro fuerte, así que no parece haber más remedio que montarnos en un operativo de concientización nacional lo mejor que podamos, con todo lo que tengamos. Contamos con buenas herramientas de comunicación: aprovechémoslas para crear conciencia de que, hoy más que nunca, el país nos necesita con una fuerte orientación al bien común, a la solidaridad, a la reconciliación nacional.