5 de noviembre, 2020
Más allá del resultado electoral y de las interpretaciones de los mismos por la ciencia política, la reciente campaña electoral estadounidense demostró el deterioro político del país, la desnaturalización de la democracia y la crisis de sus dirigentes con la pérdida de credibilidad en los dos grandes partidos que han constituido la bisagra institucional para desarrollar dentro la Constitución una república imperial que todavía es el polo más importante del planeta en lo económico, militar, científico, cultural y diplomático.
La pretendida unipolaridad del destino manifiesto de Estados Unidos con su hard y soft policy después de la Segunda Guerra Mundial tuvo que ser compartida con la Unión Soviética hasta la caída del Muro de Berlín; ahora tienen que convivir en una geopolítica multipolar en el reparto del poder mundial siendo Washington uno más de las varias metrópolis con una periferia definida de influencias y en permanente confrontación incluyendo la dimensión nuclear con 9 naciones que tienen el dominio de la bomba atómica. En los últimos años y especialmente durante la presidencia de Donald Trump, los académicos tanto estadounidenses como europeos han advertido del permanente declive de Estados Unidos en la geopolítica mundial.
En la última década, el término decadencia fue invocando permanentemente por los candidatos presidenciales con la natural argumentación de la responsabilidad de los 4 años del gobierno del presidente Trump y de este por el legado que recibió de los demócratas, donde Joe Biden ejerció como Vicepresidente de Barack Obama. Para el candidato demócrata, su eslogan era “salvar el alma de la nación”; para Trump “make America great again”. Quien sea el presidente y el partido que gobierne en el modelo estadounidense tienen que configurar su acción con el establishment y dentro del balance de poderes. Además, en estas elecciones lo político no se agota en la carrera presidencial sino que habrá que observar cómo queda constituido el Poder Legislativo con la renovación de la Cámara de Representantes y un tercio de la de Senadores; así como la de los poderes elegidos en los estados de la Federación. Es cierto que fue un combate de forma y fondo con una proyección internacional hacia el multilateralismo o nacionalismo, exceso de populismo en ambas partes y con elecciones que ya constituyen una referencia de ese país con un récord de participaciones y un fraccionamiento de la sociedad. Con estas elecciones, puede cerrarse el ciclo de la vieja generación para dar paso a nuevos liderazgos bajo nuevos esquemas; los candidatos presidenciales sobrepasaban los 70 años (Trump: 74 y Biden: 77), la Presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi (80 años) y el líder del Senado Mitch McConnell (78 años). Hay reclamos sólidos para un cambio del anacrónico sistema electoral que impide el voto directo por los tradicionales colegios electorales donde se privilegian la participación rural más cercana a los Republicanos contra la elección de las grandes ciudades y centros industriales. En el fondo, hace revivir el viejo conflicto armado entre el Norte y el Sur de 1861 a 1865 con el componente racial y económico.
La pandemia del Covid-19 ha sido un factor fundamental, no solo en el proceso electoral sino también en el declive de la hegemonía estadounidense a nivel mundial por el daño causado en enfermedades y muertes y el mal manejo de la misma atribuido al poder político tanto federal como local. Con un 4.2% de la población mundial, ese país ha alcanzado el 22% de las muertes globales por Covid-19 con más de 233 mil víctimas.
La empresa Gallup ha afirmado que el liderazgo mundial de Estados Unidos, descendió del 48% en 2016 al 30% en el 2018; mientras que para China el índice es de 31% y Alemania el 41%. Y en materia de progreso social colocan a Estados Unidos en el puesto 28 de 363 países.
En un reciente libro del ex canciller mexicano Jorge Castañeda “Estados Unidos en la intimidad y en la distancia”, afirma que la civilización estadounidense está en declive. Igualmente, dos de los filósofos que más se leen en estos tiempos de pandemia como el surcoreano Byung – Chul Hall y el israelí Yuval Harari, al analizar lo que ha sucedido en el mundo en el combate contra el coronavirus insiste en que los polos del poder mundial se están desplazando de Occidente al Oriente y especialmente a China por el fracaso de la cooperación internacional y el abandono de la ciencia y la medicina dentro de un necesario multilateralismo ya que las decisiones que se están tomando actualmente son fundamentales para el futuro.
Para algunos estudiosos, son comparables las circunstancias de lo que pasa en la cultura y civilización norteamericana con la última etapa del imperio Romano; tomando como referencia el libro de Edward Gibbon donde parecieran similares los hechos acaecidos en los Siglos III, IV y V en su declive y caída con la gran responsabilidad de los liderazgos de las élites y la insurrección popular cuando perdió su hegemonía.
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El Universal
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