
31 de enero, 2022
Por: Rafael Simón Jiménez
Los resultados de las pasadas elecciones municipales y regionales, con los corolarios de la repetición de los comicios en Barinas y el aborto violento del referéndum revocatorio Presidencial, obligan a Gobierno y Oposición, a unas lectura, unos balances y unos análisis, de los cuales deben derivarse estrategias, de cara a lo que por mandato constitucional deben ser los comicios presidenciales de 2024, en la perspectiva de una alternabilidad y una transición democrática.
Sin ahondar demasiado en las características de los comentados eventos electorales, todos sucedidos entre noviembre 2021 y Enero 2022, podemos resaltar que el gobierno logró una resonante victoria en términos de posiciones institucionales en alcaldías, gobernaciones, diputaciones regionales y concejalías, pero sin duda – y en eso las matemáticas no mienten- su éxito se afincó sobre la división, el fraccionamiento y la atomización de sus adversarios, que obteniendo en suma conjunta más de seiscientos mil votos por encima de los sufragios oficialistas, y habiendo podido conquistar al menos 12 gobernaciones, más las cuatro en definitiva adjudicadas, generaron un resultado que tiño de rojo el mapa de Venezuela el 21-N,
Sobre los comicios Barineses, se han derramado ya toneles de tinta, desde improvisados comentaristas, hasta sesudos analistas, y opinadores de oficio, han hecho todas las conjeturas sobre el mismo, pero a mi juicio, hubo un factor poco destacado que determinó el descalabro electoral del Régimen en ese estado de tanto simbolismo para el Chavismo, y fue la conducta asumida por el candidato ganador Freddy Superlano – por cierto el único nominado de Voluntad Popular en todo el país- quien frente al escamoteo y desconocimiento de su inobjetable victoria, no asumió, y esto hay que resaltarlo, la postura tradicional de su partido y de los otros sectores del G4, cultores del extremismo abstencionista, ni para llamar al pueblo a la violencia callejera ( a ) “guarimba» ni para vocear una pataleta que culminara con la negativa a participar en unas nuevas elecciones, bajo el valedero argumento de la “violencia institucional “ y el “fraude”.
Luego esa nueva y firme conducta se puso a prueba cuando el régimen viendo que su primera maniobra no le dio el resultado esperado, procedió en una nueva cadena de inhabilitaciones a liquidar uno tras otro a quienes fueron anunciados como candidatos para sustituir al gobernador electo, cosa que fue desafiada por él, llamando a insistir y a no apartarse del camino electoral, y escogiendo en definitiva al actual titular de la gobernación Sergio Garrido.
Perseverar en la vía electoral, convencidos del agotamiento in crescendo en el apoyo popular y social del gobierno, y conscientes de que frente a la manifiesta voluntad de cambio colectivo, no existe ventajismo, ni abuso de poder que valga, Superlano y con él, sus fuerzas de apoyo originarias, y los movimientos políticos y sociales que se le adhirieron, para votar masivamente contra el desconocimiento a la voluntad mayoritaria de los Barineses, lograron sumar un respaldo de tal magnitud , que convirtieron, la estrecha victoria obtenida el 21-N en una aplastante mayoría que desbancó al Oficialismo el 9-E.
Abierta la posibilidad de activar el referéndum revocatorio Presidencial, mecanismo inobjetablemente constitucional y democrático, el gobierno disfrutó por muy poco tiempo el nuevo espectáculo brindado por sus opositores, escindidos de nuevo, en posiciones antagónicas, entre partidarios de revocar a Maduro, y los que consideraban que ese mecanismo era impertinente, siempre utilizando argumentos que apartados en muchos casos de la escatología y la procacidad del vocabulario oficialista, apelan a un lenguaje más refinado y exquisito pero igualmente descalificador, que rebusca argumentos en los clásicos y contemporáneos de la filosofía y la ciencia política, acusando por deducción al contrario, a quienes no comparten sus posiciones en una gradación que va desde aventureros hasta ignorantes.
Pero el gobierno, que tiene una radiografía diaria del país, con mecanismos a los que tributan desde las salas situacionales muy bien dotadas y avitualladas, hasta la siempre generosa colaboración del G2 cubano y otras agencias de inteligencia, y que no se guían, por pensadores de la ilustración, teóricos contemporáneos, ni otros genios de la politología, sino por esa foto diaria de la realidad, que le apuntan claramente a un gran rechazo, y a una creciente voluntad de respaldar fórmulas para el cambio político, decidió “cortar por lo sano “ y abortar la posibilidad de que el revocatorio pudiera viabilizarce.
De todo lo anteriormente comentado, emerge la pertinencia de una estrategia de las fuerzas del cambio que a mi modesto juicio y con base en la experiencia de estos 22 años, incluyendo sus capítulos más recientes, tiene que edificarse sobre tres Pilares: 1. ELECCIONES, entendiendo estas como la afirmación de la vía electoral, que acaba de confirmarse y reafirmarse como la única idónea y pertinente para confrontarse con un régimen que acusa una irreversible y creciente pérdida de apoyo electoral.
Ahora bien, esta conclusión no es como muchos, con simplismo y a ratos haciendo alarde de genialidad, afirmaban: ¡REVOCATORIO NO, VAMOS DIRECTO PARA EL 2024¡ como si la ruta hacia ese propósito fuera una autopista de cuatro canales y hombrillo, despejada para transitarla pacientemente hacia el objetivo de vencer en las urnas al chavismo y lograr la tan ansiada transición.
Quien simplemente contextualice los tres eventos electorales recientes, incluyendo el frustrado revocatorio, no podrá menos que concluir, que de ahora en adelante el gobierno hará todo lo posible para obstruir, dificultar y/o cerrar la ruta electoral, consciente como está, por los resultados electorales recientes y las encuestas y sondeos de opinión, de su impopularidad y por tanto de lo remoto de cualquier éxito comicial, incluso si se reeditara la división orgánica de sus oponentes, porque el descontento y el propósito de cambio es de tal magnitud que va mucho más allá de las agotadas fronteras partidistas.
La violencia institucional practicada para anular la victoria de Freddy Superlano y luego para inhabilitar uno tras otro los llamados a sucederles como candidatos en Barinas, y la “vía exprés “utilizada para liquidar el revocatorio, no pueden ser vistos como hechos aislados, ni cabos sueltos, sino como auténticos “globos de ensayos “ para ser reeditados y perfeccionados en una estrategia que desde el gobierno tendría el objetivo de sacar a la oposición de la ruta electoral y devolverla, al terreno estéril e irrelevante de la abstención o los llamados a la violencia, donde aun ayuno de apoyo popular ha demostrado que puede derrotarla una y otra vez.
Quien con “buen ojo» siga las primeras expresiones de esa estrategia gubernamental, tiene que identificar dos líneas claras de esas provocaciones para descalificar la vía electoral, y retrotraer a sus hasta hace poco predecibles adversarios al terreno del abstencionismo. La primera de ellas es la amenaza de meter preso a Juan Guaido y a los diputados que con él integran la imaginaria Asamblea Nacional cuyo mandato concluyo en enero del 2021.
Es evidente que el régimen ha tolerado las actuaciones del autoproclamado Presidente Interino, porque ellas forman parte de compromisos adquiridos por algunos de sus tutores internacionales, pero quien conozca a los que ahora ejercen el gobierno, sabe la relatividad que para ellos tiene el cumplimientos de compromisos, sobre todo a la hora de colocarlos en la balanza frente a la eventualidad de perder el .poder.
La segunda línea de acción fácilmente identificable, en función de empañar y crear sombras sobre el sistema electoral y particularmente sobre la integridad y el respeto al voto, está destinada a sacar al rector Roberto Picón, del Consejo Nacional Electoral, la sistemática campaña de improperios lanzada por Diosdado Cabello, y las amenazas vertidas por Jorge Rodríguez, no dejan lugar a dudas sobre el despropósito. Volver a un CNE con mayoría de 4, incluso la totalidad de rectores abiertamente oficialistas, pretendería aumentar la descalificación y desconfianza de los ciudadanos, en el sistema y el poder electoral, y por tanto su negativa a votar, reeditando la vieja y aun insepulta prédica abstencionista.
Por eso el tema no tiene el simplismo, ni la sencillez del ¡Vámonos Directo para el 2.024 ¡ y de allí que la defensa del Voto como único instrumento de cambio en manos de los ciudadanos, y el compromiso irreductible con la vía electoral, debe fortalecerse, durante los años por venir en la lucha diaria.
Tal y como Freddy Superlano y las fuerzas que lo respaldaban, hicieron en Barinas desafiando y sorteando cada obstáculo, atropello o provocación, puesta por el Régimen, y perseverando en la vía electoral, conscientes de que era la ruta idónea para la derrota del gobierno, así mismo, hay que pavimentar a toda prueba el transito electoral hacia el 2.024, impidiendo que razón o circunstancia alguna pueda favorecer el propósito oficialista , que consciente de su impopularidad y por tanto de su imposibilidad de ganar la elección Presidencial establecida constitucionalmente para esa fecha, apele a lo peor de su inagotable repertorio de atropellos y desafueros, con el deliberado propósito de apartar de la vía electoral a las fuerzas democráticas.
En definitiva, la ruta electoral, como camino idóneo para el cambio democrático, no se remite simplemente a esperar el día pautado, para ejercer el sufragio; sino que es parte de una visión más compleja e integral de la contienda cívica, que implica la lucha reivindicativa y social, la organización y movilización comunitaria, la actuación en todos los espacios de la ciudadanía, la motivación de la gente, la prédica democrática incesante, todo lo cual desemboca en el momento electoral, cuando la gente manifiesta claramente su voluntad de cambio, para decirlo más claro “la lucha diaria es el tiempo de siembra, las elecciones el tiempo de la cosecha”.
Lugar privilegiado en el mensaje para la defensa del voto y la vía electoral, tiene que ser el llamado permanente, institucional y democrático a las Fuerzas Armadas Nacionales, para el cumplimiento de sus deberes constitucionales y profesionales, claramente establecidos, de ser garantes de la democracia y sus instituciones, y estas están indisolublemente vinculadas al respeto a los ciudadanos y a la soberanía popular.
La segunda palabra clave, para vertebrar una estrategia exitosa, es UNIDAD, no hay manera alguna de salir de un régimen de las características del que hoy desgobierna a Venezuela, que vertebrando todas las fuerzas y voluntades que se le oponen en una sola dirección y una sola estrategia, todos conocemos las dificultades de ese objetivo , y la multiplicidad, variedad y complejidad de los elementos y actores que a ella concurren, pero el propósito y el esfuerzo tienen que estar guiados por la convicción de que solo con un amplísimo frente o agrupación de esa variopinta suma de organizaciones políticas, sociales, gremiales, comunitarias y de todo tipo, incluyendo individualidades y abriendo puerta franca a la incorporación de sectores disidentes del chavismo, es posible garantizar una transición democrática.
Avala esta posición una historia derivada en anécdota, cuando Leonardo Ruiz Pineda, supliciado jefe de la resistencia Clandestina a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, le pidió a Jorge Dager , su compañero en las mismas faenas, que contactara a su primo el coronel Roberto Casanova, fanático defensor del régimen militar , porque estaba enterado de que en esos días, tenía diferencias con el dictador, y frente a la sorpresa y objeciones de su interlocutor, pronunció una frase que lo resume todo: ¡Si tuviera que aliarme con doña Flor de Pérez Jiménez, para derrocar a su marido gustoso lo haría¡
La construcción de esa unidad amplia sin sectarismo, exclusiones, ni discriminaciones debe generarse en torno a un programa mínimo común y unos propósitos elementales: El restablecimiento de la democracia, el cumplimiento de la constitución, la reconstrucción económica y social de la Republica. La unidad en la diversidad, es factible si se deponen actitudes o posiciones impertinentes como protagonismos, rivalidades personales o banderizas, o visiones políticas excluyentes.
Recuperada la democracia, cumplida la transición, sanada y rehabilitada Venezuela, cada ciudadano o agrupación, tendrá el legítimo derecho de volver a la defensa del ideario o a la militancia que derive de su libre albedrío, es la experiencia universal en este tipo de situaciones y también fue la cumplida en Venezuela para y luego de la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.
Lo que resulta equivocado en el propósito unitario, es “colocar la carreta delante de los bueyes “, es decir pretender, como algunos plantean, elegir un líder o candidato ahora, de cara al 2.024, una ruta así estaría destinada al fracaso, por falta de elementos sólidamente gregarios. La Unidad Nacional, para que sea efectiva y cumpla su cometido, tiene que echar las bases comunes con un programa de acción que comprometa y vaya sumando factores en la lucha reivindicativa y social diaria, que comparta un programa mínimo común, y sobre esa construcción progresiva y en su momento, cerrar filas en torno a un candidato común que sea el resultado de una metodología compartida por todos.
El tercer elemento clave en la ruta democrática exitosa es LA NEGOCIACION, en la transición Venezolana, como en las que se han cumplido en otras latitudes, la negociación, los convenios y entendimientos entre los sectores en disputa son tan indispensables, que pudiera concluirse en una afirmación categórica: ¡Sin Negociación, No Hay Transición¡.
La polarización, la lucha acerba, los odios cainitas –Betancourt dixit – y la lucha fratricida, han demostrado su absoluta inutilidad durante los últimos veintidós años en Venezuela. Eso que algunos denominan “El equilibrio catastrófico», es decir una lucha donde ninguno de los dos sectores rivales, logran imponerse, excluyendo o aniquilando al adversario, y causando graves daños al país, tiene necesaria e ineludiblemente que ser sustituida por el entendimiento y la negociación, no existe otro camino.
El Chavismo, luego de dos décadas en el poder, ha logrado echar raíces profundas en el tejido institucional del país, amén de su disminuido, pero indiscutido espacio político y social, por lo que resulta impensable desplazarlos del poder, sin que previamente se establezcan unos acuerdos para preservar sus derechos y garantías, lo que siempre deliberadamente o de buena fe tiende a confundirse con impunidad frente a los delitos y violaciones que se hayan podido cometerse.
La conversión del chavismo en una fuerza democrática, que se acostumbre al ejercicio de valores como la alternabilidad, el pluralismo, la diversidad, los consensos y desacuerdos, la tolerancia y otros principios y conductas consustanciales a la democracia, va a depender en primer lugar de sus prácticas y convicciones, pero sin duda alguna también del trato que reciba de sus adversarios.
La reconciliación, la reconstrucción del tejido afectivo, el respeto por el adversario son tareas principales en la Venezuela del futuro, impulsadas por quienes al oponernos a la política del odio, la exclusión, la discriminación, la estigmatización o la revancha, que tanto daño nos ha hecho a los venezolanos, tenemos que predicar con el ejemplo fomentando un ambiente, un clima, un lenguaje y un entorno donde las diferencias políticas por diametrales que sean no afecten la convivencia entre los venezolanos.
La titánica tarea de reconstruir a Venezuela en todos los órdenes, luego de la destrucción y la devastación sufrida, no puede ser empresa de un solo sector, grupo o visión. Las negociaciones para una transición democrática y sobre todo en paz, deben abarcar acuerdos para la reedificación y el relanzamiento de nuestra maltrecha economía, la rehabilitación social de una Venezuela empobrecida, sometida a una atroz injusticia y con más de 5 millones de compatriotas en una emigración forzada. La reconstrucción institucional, la revalorización de la moral y la ética, deben ser puntos de acuerdo entre sectores, que preservando su identidad idearía y sin claudicar en sus diferencias, pacten puntos de entendimiento para esa Venezuela futura.
Por lo pronto, restablecer un mecanismo de negociación Gobierno – Oposición, que restituya, sustituya o complemente a las interrumpidas conversaciones de Méjico, parece urgente y prioritario. El gobierno debe reintegrarse a cualquier mecanismo que le asegure una interlocución con la diversidad democrática Venezolana, en busca de acuerdos para el futuro inmediato y la transición.
En esta perspectiva, aparecen como positivas, las declaraciones formuladas por Juan Guaido, de respaldar la atenuación y/o levantamiento de las sanciones económicas impuestas por el gobierno Norteamericano a Venezuela, y que resultan moralmente reprochables por dejar recaer sus efectos sobre los sectores más vulnerables de la población como lo apunta la propia Organización de las Naciones Unidas ( ONU ) y políticamente impertinentes, al brindar al gobierno un argumento justificatorio, frente al grave daño económico y la destrucción infligida previamente al país en todos los órdenes.
La ruta hacia la transición en 2024, no es una vía expedita, ni despejada. Al contrario, es un camino espinoso, lleno de dificultades, asechanzas y maniobras, que hay que sortear con una mezcla de inteligencia, tacto y sobre todo construyendo una estrategia que sume al propósito del cambio y la transición a cada vez un mayor número de venezolanos, por eso y a beneficio de mejores ideas, y con base en mi lectura de la realidad venezolana de hoy, me he atrevido a delinear y sugerir, tres iniciativas privilegiadas en la construcción y despeje del camino hacia la alternabilidad y la transición democrática y he formulado una triada que considero reúne los componentes esenciales de esa estrategia exitosa condensada en las palabras ELECCIONES, UNIDAD Y NEGOCIACIÓN.
@RafaelSimonJim1
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