
13 octubre, 2022
Por: José Antonio Gil Yepes
El 12 de octubre es celebrado en toda América y España como el día en el que el mundo occidental creyó haber encontrado otra ruta para llegar a la China, Japón, la India, etc. Por eso, erroneamente, se llamó “indios” a nuestros nativos o aborígenes. No son indios, son indígenas, pobladores originarios.
A la primera isla que llegaron, en las Bahamas, la llamó Colón San Salvador porque se le iban a amotinar y regresar pues no encontraban tierra después de tres meses de viaje. No fue fácil.
En Estados Unidos y Canadá, el 12 de octubre se denomina el Día de Colón y desde México hasta la Patagonia el Día de la Raza para significar la conjunción de razas: la indígena originaria, la blanca europea y la negra africana.
Esta historia fue así por 500 años, hasta que Hugo Chávez llegó al poder en Venezuela y removió la estatua de Colón del Paseo Colón en la Plaza Venezuela de Caracas. En su lugar, colocó a un indígena blandiendo un hacha en son de guerra contra los colonizadores y el 12 de octubre fue rebautizado como el Día de la Resistencia Indígena. ¿Y qué hacemos con los 500 años de historia?
Este gesto de la administración Chávez coincide con dos rasgos generales de su gestión: Uno, cambiarle el nombre o la imagen a todo lo que signifique algo para la sociedad anterior a la suya, crear un nuevo léxico; y, dos, polarizar, dividir el mundo entre los “buenos” (los que están con él) y los “malos” (los que no están con él, y hay que disminuirlos o acabar con ellos). Tal cual una película para niños de la década de 1950 entre policias y bandidos.
Visto así, obviamente, yo no me identifico con el Día de la Resistencia Indígena. Aunque, si los indígenas tienen algo que reivindicar, que lo expongan y celebren en otro día. Pero denigrar de la gesta de Colón y de la colonización española es tapar el sol con un dedo. Es como negar el papel de Bolívar o de Páez, a pesar de sus defectos y atropellos. Por favor, dejémosnos de hacerle el juego a los que quieren simplificar la historia para uniformarnos, manipularnos y excluir a los que no comulguen con sus credos lineales.
Los indígenas en Venezuela tienen hechos que celebrar. Por ejemplo, las tribus desde el estado Lara hasta los estados andinos formaron federaciones de tribus que resolvían sus disputas internas mediante reuniones de un Consejo de Ancianos, en vez de irse a la guerra. Los indígenas tuvieron conocimientos de medicinas naturales, desarrollaron cultivos y conocían el papel de ciertos alimentos. Otros grupos indígenas en América fueron más destacados aún, en particular, los Mayas, los Aztecas y los Quechuas (el Inca era su jefe). Sobre estos últimos, dice el Ingeniero Jefe del Sistema de Drenajes de la ciudad de Nueva York: “Los principios y sistemas de drenaje que utilizaron los quechuas en la construcción de Machu Pichu son similares a los que utilizamos 400 años más tarde en Nueva York. Sin esos sistemas, esta obra, una de las maravillas del mundo, no habría podido mantenerse en pie.”
Entonces cabe celebrar la indigenidad en función de sus logros, pero no negando los de otros. Negar la historia, sus actores, logros y defectos, es negar la unidad de una sociedad y de cada personalidad que la compone. Eso crea seres incompletos, incoherentes e inmaduros, que ven su historia y a sí mismos de manera lineal, en blanco y negro, desmembrada entre lo bueno o lo malo, cuando, en realidad todos somos buenos y malos, a la vez.
Junto a la estatua de Colón, que debería reponerse donde estaba, podríamos crear un monumento a la integridad de nuestra cultura y personalidad. Allí, además de Colón, podríamos colocar un anciano indígena que represente la sabiduría; otra de Leif Erikson, el vikingo cuya expedición llegó de Islandia a Canada casi 500 años antes que Colón; a Cristobal Mendoza, primer presidente de la I República; a Simón Bolívar, como Libertador, aunque en sus manos se perdieron la I y la II República; a José Antonio Páez, aunque no tan amigo de Bolívar y disociador de la Gran Colombia; a Francisco de Miranda, Precursor de la Independencia, entregado por Bolívar a Monteverde a raiz de la pérdida de la I República; a Manuel Piar, fusilado por un Consejo de Guerra dominado por Bolívar en vista de que no aceptaba su superioridad y llevaba ganadas 27 batallas y ninguna derrota; al Negro Primero, por valiente soldado y por leal; al Dr. José María Vargas, como ex presidente civilista derrocado por un burdo golpe militar; al General Gómez, por haber unificado y pacificado el país siendo un feroz dictador; a los Generales López Contreras e Isaias Medina, por haber sentado las bases para la transición entre el gomecismo de donde venían y la democracia pluralista.
El mensaje es que no es conveniente para la integridad y madurez emocional de los pueblos endiosar ni execrar a ninguno de sus actores principales porque todos contribuyeron en algo para construir lo que somos y lo hicieron a pesar de sus defectos.
@joseagilyepes
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