
6 de julio, 2020
El gobierno agrava los problemas sociales, maneja los servicios públicos
como otra de sus herramientas de control, usa la pandemia para normalizar la
desarticulación social. Acentúa su ofensiva para vaciar la democracia de
contenido político y modela una sociedad doblegada a sus intereses, el
primero de los cuales es eternizarse en el poder.
La gente, especialmente la que aún no se ha vuelto indiferente por el plan
oficialista de despolitización, está indignada. Y ante unos partidos que no
quieren, no pueden o son muy débiles para concertar una resistencia
democrática activa, busca sostén en la orientación de la iglesia o en las
iniciativas de nuevos actores, capaces de compensar la debilidad de los
partidos sin pretender sustituirlos, que encarnan un liderazgo cívico, del
conocimiento, del emprendimiento empresarial o el desempeño profesional y
laboral. Los gobernadores y Alcaldes son focos de esta invisible micro
manufactura de la democracia desde adentro de la autocracia y las
restricciones que impone.
Una mirada que apunta a una coincidencia de propósitos con autonomía entre
sus miembros, abierta a un entendimiento entre los dos grandes proyectos de
sociedad que protagonizan el actual conflicto de poder y promotora del
reencuentro entre todas las fuerzas de cambio democrático y pacífico, al
margen de sus diferencias tácticas. No es de extrañar que, como reacción a la
caraqueñización de los políticos, el horizonte nacional de esta referencia
comience por las regiones, con acuerdos que rescaten su aporte al desarrollo y
la capacidad para producir bien común.
Maduro se propone aumentar la abstención como sea, más allá de apoderarse
de la Asamblea Nacional, para hacer de Venezuela otra Cuba, sin que
advirtamos que dejar que el régimen monopolice el uso del voto ayuda al
régimen a pasar del autoritarismo al semi-totalitarismo.
Y después resultará más difícil despertar y reaccionar, porque desde el
empobrecimiento, el temor, la división y la desesperación lo que suele nacer
es el acostumbramiento a la voluntad de las dictaduras y la adaptación sin
esperanza al simulacro de país en el que nos quiere encerrar, mental y
materialmente, el autoritarismo.
No hay que engañarse. La estrategia para derrocar al gobierno condujo a la
derrota de la oposición. La pretensión de mantener esa estrategia con
abstención para legitimar la instalación de un gobierno en el exilio nos
mantendrá en dirección contraria a luchar por un nuevo consenso nacional
para conformar un gobierno plural que reconstruya la economía, las
instituciones, la democracia y el bienestar. Ojalá las declaraciones de
Henrique Capriles y Stalin González conduzcan a un cambio de estrategia
centrada en salvar al país.
Los militantes de los partidos, acosados por la represión y víctimas de una
judialización pensada para dividirlos y sacarlos de una lucha unida para
rescatar la República entienden que para tener elecciones libres hay que
derrotar al régimen en elecciones que hoy no lo son. Voltearles su simulacro
votando contra ellos.
Seguro que Tzun Zu escribió el sencillo argumento para no entregarle el voto
al régimen: actúa contrario a lo que tu enemigo quiere. La aparente fortaleza
autocrática puede comenzar a ceder si el pueblo le asesta una inesperada
derrota.
Si la opción electoral fuera una fantasía, que no lo es porque obliga a
reconectar la política con la gente, movilizarla y organizarla; por lo menos
sería un sueño criollo y no ese dejar hacer que es morir esperando el cornetín
de una invasión extranjera que nos lleve a todos, gobierno y oposición, a los
mismos infiernos.
@garciasim