
30 de julio, 2022
Por: Román Ibarra
Mientras el país está a la deriva y con posibilidades de hundirse por culpa de una tripulación irresponsable, que a lo largo de 22 años no ha hecho otra cosa que generar destrucción, la ¨otra tripulación¨, la que estaba obligada a construir la alternativa, se diluye en medio de exageradas y extemporáneas aspiraciones; casi todas sin sentido.
Seguimos demandando de la clase política la discusión amplia de un programa de políticas públicas de corto, mediano y largo plazo que resuelva los asuntos más urgentes, como la recuperación del sistema eléctrico; el hídrico; el transporte subterráneo; el sistema de salud; la vialidad, y la seguridad de personas y bienes, y con ello garantizar mejor calidad para todos los ciudadanos.
El mediano plazo puede y debe estar dirigido a consensuar entre todos los factores representativos en la Asamblea Nacional del futuro, las reformas constitucionales que nos permitan avanzar sin dilación hacia la eliminación de abyecciones como la reelección presidencial; la asamblea nacional constituyente, y el referéndum revocatorio, que tanto dolor y atraso han traído.
Hay que dar paso a reformas positivas, que nos devuelvan la racionalidad, y la productividad democrática, como la segunda vuelta presidencial, para garantizar mayor legitimidad; la bicameralidad con la existencia –otra vez- de la cámara de Diputados, y la del Senado, y con ello, mejorar la calidad y estabilidad de nuestras leyes. Volver a la representación proporcional de las minorías, y garantizar la mayor representatividad política y social en los órganos de elección popular.
Debemos construir un poder judicial profesional; autónomo e independiente, que garantice justicia imparcial, pero ello requiere de una AN responsable; dispuesta a negociar consensos, y no a imponer criterios partidistas, o sectoriales.
Ser responsables con el presente y el futuro supone que sean devueltas a sus legítimos dueños, las empresas expropiadas, así como las tierras incautadas y que hoy están en manos impropias, o sometidas a la destrucción y el saqueo. Negociar el regreso de empresas productivas y eficaces para la agroindustria como Agroisleña.
Hay que recuperar la industria petrolera, pues el petróleo puede seguir siendo una de las herramientas del desarrollo. Igualmente, se debe recuperar y reflotar las empresas básicas, porque Venezuela sigue teniendo un gran potencial en diversos recursos como el hierro; aluminio; bauxita; oro; coltán, ente otros valiosos minerales.
Ahora que existe la Ley de Zonas Económicas Especiales, en vez de entregar concesiones para explotar un área ecológica frágil como La Tortuga, o la construcción ilegal masiva en Los Roques, debe promoverse la inversión y desarrollo de zonas tan importantes como Nueva Esparta, y todo Oriente con su amplia vocación turística; La Guaira, y sus costas; Miranda con su cacao, infraestructura hotelera privada y de los trabajadores, playas y lagunas; el Amazonas para el turismo conservacionista de selva; los llanos y sus tierras infinitas para el ganado; Falcón y el caso histórico de su capital; sus playas, sus médanos y su sierra; el Zulia con tantas bellezas; Lara; Carabobo, La inmensidad y belleza de Los Andes, e incluso la propia capital de la República.
Es mucho lo que nuestro país puede ofrecer en materia turística en toda su geografía, como una palanca fundamental de desarrollo, previa la recuperación de infraestructuras, y la combinación de esfuerzos tripartitos en la formación de los recursos económicos, financieros, y humanos para la transformación generadora de riquezas y empleos.
Ojalá estos cambios y proyectos que proponemos encuentren la atención debida en quienes toman las decisiones, y en un plan ambicioso, pero realista, logremos cambiar esta ruina, por una sociedad alegre, y feliz; dueña de su destino en un ambiente de paz.
Que los cambios que aspiramos sean producto de la racionalidad, y el consenso, y no del tumulto mayoritario circunstancial. Un país para todos.
@romanibarra
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