
22 de mayo, 2022
Por: Rodolfo Godoy Peña
El gobierno de los Estados Unidos ha dicho esta semana sobre Venezuela por boca de Juan González, asesor para Latinoamérica del presidente Biden, que “…si hay una negociación que lleve a un ambicioso y concreto paso para elecciones libres y justas —la Unión Europea en reporte dejó en claro lo que se necesita que pase— Estados Unidos y la comunidad internacional alivianarán la presión sobre el país”
Intenta con esta fórmula el gobierno norteamericano enmascarar un relajamiento de las sanciones en materia petrolera frente a la descomunal crisis energética en desarrollo, tratando así de venderle al mundo que el cambio en la política de Trump contra Venezuela tendría su razón de ser en el hecho de que el gobierno de Maduro ahora si se reconocerá a sí mismo como “ilegítimo” aceptando la celebración de unas elecciones generales, fijadas en tiempo y lugar por los Estados Unidos, y donde serían ellos en la Casa Blanca quienes decidirían la persona que será el próximo presidente de Venezuela; sin embargo, más allá de esta narrativa de política ficción, la realidad es otra, por mucho que Washington intente vender el alivio de las sanciones como una medida “perdonavidas” gracias a que el régimen venezolano estaría cerca de claudicar, si hay algo que es indiscutible es que las variables han cambiado -y mucho- desde el inicio de las sanciones.
Lo primero que se debe destacar es que el hipotético atenuante de sanciones sería en realidad en razón del urgido interés económico de Norteamérica y de sus aliados europeos ya que Putin tiene en jaque a la economía mundial con su invasión a Ucrania gracias a la dependencia energética de Europa con Rusia que es el primer país productor del gas del mundo y el segundo exportador de petróleo, con lo cual no podía avizorarse para Moscú un escenario energético más favorable en ese momento en el cual Europa se lanzó a desoír y a cercar militar y diplomáticamente a su proveedor energético más importante. La economía europea está en manos de Putin y no pareciera que este paisaje vaya a exhibir mudanzas significativas por lo menos hasta el 2026.
Las sanciones contra Rusia han sido y siguen siendo un “tiro en el pie” para los sancionadores no solamente porque la Unión Europea enfrenta una imponente crisis económica sino porque además está fracturada en su seno gracias a las divergencias de posiciones todo lo cual permitiría suponer que, o la OTAN llega a un acuerdo con Rusia para finalizar esta guerra, o la Eurozona podría convertirse en un erial en el próximo lustro.
Hay datos muy relevantes como lo es el hecho de que Rusia desde el inicio de la guerra ha aumentado su exportación de petróleo, gracias a una estrategia comercial muy agresiva mediante la cual está vendiendo su producción con un descuento de casi 30 dólares a China, a India y al sureste asiático, y es por eso que según los cálculos de firmas internacionales especializadas se afirma que Rusia al cierre de este mes de mayo habrá cumplido con su meta presupuestaria de ingresos de todo el año 2022.
Por otra parte, la OPEP se niega a aumentar la producción modificando al alza sus cuotas para suplir eventualmente la salida de los hidrocarburos rusos y la razón es muy simple: con el aumento de los precios los países productores están recibiendo con la misma producción alrededor de un 40 % más de ingresos y porque para poder suplantar la producción rusa habría que hacer unas inversiones ingentes en la capacidad instalada de esos países. En resumen: aunque se aumentase en gran medida la producción de los países OPEP eso no sería nunca suficiente para sacar a Rusia del juego petrolero global.
Es frente a este panorama desalentador y muy complicado que a Estados Unidos y a Europa no les ha quedado más remedio que voltear su mirada hacia el país con las mayores reservas probadas del mundo y el cual, además, tiene cupo libre de más de un millón de barriles diarios dentro de la OPEP, Venezuela, quien en unas pocas semanas ha pasado de ser un paria para la “comunidad internacional” – Zhao Lijian dixit – a ser la panacea frente a la actual y, sin duda alguna, perdurable crisis energética, cosa que Nicolás Maduro sabe muy bien porque durante este acercamiento se han invertido las ubicaciones en la mesa ya que el gobierno de Venezuela está en posición de fortaleza frente a las amenazas que hasta hace muy poco estuvieron a punto de dar al traste con su “revolución”.
Lo primero y más evidente es que en el apartado interno el país está en calma ya que políticamente no hay sobresaltos y están legitimadas todas las autoridades electas gracias a que la mayor parte de la atomizada oposición entró por el aro electoral; y, a pesar de eso, esa misma oposición no tiene fuerza institucional ni tampoco arrastre popular como para poner en un brete al gobierno por la vía de actos de fuerza. Es tan abrumador el desprestigio de la oposición que el retorno del discurso acerca del “interinato” por parte del embajador norteamericano en Colombia suena a historia de ciencia ficción.
Lo segundo que salta a la vista es que Maduro logró desarticular y desparecer a la oposición que fomentaba las sanciones, las invasiones, la abstención, el despojo de activos en el exterior, etc., todos ellos agrupados en el G4 y liderados por Juan Guaidó, de modo que aceptar ahora condiciones de negociación de las sanciones que resuciten a ese sector es un despropósito que difícilmente el gobierno venezolano validará; y mucho menos cuando según muchos estudios de opinión la mayoría de los venezolanos en Venezuela creen que las sanciones son en mayor medida las causantes de las desgracias y penurias padecidas durante los últimos años.
Lo tercero es que en la parte económica el gobierno venezolano ha logrado como era previsible sortear el peor efecto de las sanciones ya que si algo se sabe es que todos los países sancionados han logrado en buena medida esquivarlas y además sin que se produzca ningún cambio en su régimen político. Maduro, adicionalmente, decidió hacer cambios estructurales al legado chavista y se ha apoyado para paliar este escenario con aliados muy fornidos como China y Rusia, entre otros. En Venezuela hay indicadores de una mejoría económica incipiente pero evidente.
Y en cuarto lugar, en el campo energético y a pesar de las sanciones, PDVSA ha logrado exportar alrededor de 800 mil barriles diarios según registros del mes de febrero que aun cuando esté lejos de la cuota OPEP de 1.9 millones de barriles diarios demuestra por un lado que las sanciones han podido ser burladas y por el otro que el país todavía tiene margen para producir.
De cara a toda esta realidad el nudo crítico consiste en la pretensión por parte de Estados Unidos y de los europeos de que Venezuela se convierta en proveedor del mercado comunitario que desplace parcialmente a Rusia como proveedor de Europa, pero parece harto dificultoso e improbable que Venezuela se preste para jugar en contra de un aliado como Rusia que la ayudó en el momento más aciago de las sanciones.
Por su parte Eni SpA de Italia y Repsol S.A de España -únicos grandes productores de petróleo europeos con operaciones en Venezuela- han estado trabajando con la administración Biden para tratar de encontrar un mecanismo de negociación con el gobierno de Maduro que permita desviar hacia Europa el petróleo venezolano con destino a China; pero en este supuesto hipotético la complicación sería doble ya que es pretender no solo que Venezuela incumpla sus compromisos con un aliado en estos últimos tiempos como lo es el gigante asiático sino, además, que Venezuela deje de servir la enorme deuda que tiene con China, de aquí que luzca como muy poco probable que la producción actual de Venezuela se destine a la Unión Europea en detrimento de su socio y acreedor principal.
A la vista de todo esto se podría creer que el anuncio de “alivio” de las sanciones no es más que un intento por parte de Estados Unidos de disfrazar la necesidad que tienen ellos y Europa del crudo venezolano sin verse obligados a reconocer que las sanciones no solo no han surtido efecto alguno para derrocar a Maduro, sino que las mismas han sido contraproducentes.
En todo caso nada parece señalar que el gobierno venezolano tenga ninguna necesidad de entrar en un juego que lo debilite en su posición. Y, por su parte, el insepulto G4 – ahora Plataforma Unitaria- debe tratar de reacomodarse con seriedad para el 2024 ya que los hechos de las últimas horas parecen revelar que se quedará con los “crespos hechos” a pesar del amago de resurrección que hizo durante esta ya agonizante semana.
@rodolfogodoyp
El Reporte Global, no se hace responsable de las opiniones emitidas en el presente artículo, las mismas son responsabilidad directa, única y exclusiva de su autor.